Es una opinión. Lo que no creo, es que el mero hecho de que no me guste la sardana me haga anticatalán o reo de catalanofobia.

Tampoco me gustan Lluís Llach, ni Maria del Mar Bonet, ni Raimon, no entro en sus cualidades artísticas, simplemente no me interesan. Lo que me llama la atención, es la incoherencia  de estos “bardos comprometidos”.

Bardos que gimoteando, cantaban y contaban historias de niños catalanohablantes a los que se les obligaba a estudiar en castellano, ahora defienden hasta la histeria que se niegue, a los niños castellano hablantes el derecho que ellos reclamaban de estudiar en su lengua materna.

Estos artistas totalitarios son incapaces de denunciar la imposición de multas a quién en su legítimo derecho opta por rotular su negocio única y exclusivamente en español.

Esa aberración les parece bien y la defienden, con ello se retratan, son lo que son; lacayos de la ideología y esclavos del sistema. Pasaron de cantantes protesta a bufones burocratizados y forman la vanguardia del “pensamiento nacionalista” (perdón por el oxímoron).

Ahora bien, el problema sería menor si no hubiera en España una izquierda abducida por las falacias de los nacionalistas más pendiente de satisfacerlos que de atender derechos esenciales de los ciudadanos

No entiendo bien como estos militantes que con pañuelo palestino al cuello, pancarta pinturera y sus banderas republicanas, salen a la calle en defensa de cualquier derecho, minoría étnica o individuo discriminado (cosa que les honra), ven bien, aplauden y celebran que en una parte de España se multe a quien, en su libre albedrío, ha decidido rotular su negocio o su despacho únicamente en español.

La verdad es que cuesta entender que tiene eso de progresista o de derecho social. Claro que también es difícil de explicar el porqué lo que ellos justifican en Cataluña coincide  con lo que defienden los fascistas de la Liga Norte en Italia, y porque las mismas ideas y objetivos que en Italia es fascismo en España es progresismo.

¿Qué extraño mecanismo mental les lleva a estos tipos a considerar que el defender el derecho de los padres a escoger el idioma en el que quieren que se eduquen sus hijos, es un ataque a Cataluña, producto de la España más rancia y casposa?

Parece que algún extraño virus o bacteria intelectual les lleva a considerar falangistas o ultraderechistas a quienes defienden la aplicación de la Constitución en Cataluña. Se diría que para ellos, libertad es una mera consigna, derechos es un flamear de banderitas rojas, y el Corán al que se someten las editoriales de El País o los programas de La Sexta.

Una izquierda racional defensora de la libertad y de los derechos más elementales hace años que habría obligado al PSOE a enfrentarse al PSC para acabar con ese extraño pacto mediante el cual el PSOE aporta los votos y las bases, mientras que el PSC aporta los señoritos dirigentes, tipo Maragall o Rubert de Ventós, que legislan directamente en contra de los intereses y derechos de quienes les votan y eligen; y que no son otros que aquellos miles de catalanes cuyo idioma es el español, en su gran mayoría hijos de emigrantes, empujados por el hambre y la desesperación a Cataluña, primero explotados por los papás de los dirigentes de Convergencia y Unión y ahora traicionados por los dirigentes socialistas y comunistas, en defensa de los derechos del catalán. Derechos de un idioma  a costa de conculcar y vulnerar los derechos de la persona. Supongo que Besteiro,  Fernando de los Ríos e Indalecio Prieto se revuelven en su tumba.

Quizás el PSOE debiera dejar de parecerse a los Borbones, “que ni aprenden ni olvidan”, quitarse de una vez ese complejo intelectual ante los nacionalistas, descubrir lo que tienen de reaccionario y hacer frente de una vez por todas de la mano del resto de los partidos nacionales, a una ofensiva nacionalista desleal e ignominiosa para el resto de los españoles, que azotados con una crisis galopante, una angustiosa precariedad económica y laboral, se encuentran con unos talibanes empeñados no en resolver problemas reales y graves sino en crear otro.

No se  les pide que sean el Cid Campeador, o Don Pelayo en defensa de la Constitución pero al menos que no sean Judas para traicionarla, ni Pilatos para venderla.