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Pequeñas píldoras de nuestra vida cotidiana que, como dirían muchos, “no es machista ni feminista”; es la pura realidad, lo que ocurre a nuestro alrededor, y que merece nuestra atención el denominado Día de la Mujer y, si me lo permitís, el resto de los días del año. Bien. Éste es el tema del artículo.
Si he conseguido que lleguéis hasta aquí con el título que he puesto –que no es cierto, perdonadme la licencia: me encanta ser mujer-, ya me doy por satisfecha. Ya sé que no es muy, digamos, ortodoxo. Pero quería contaros mi punto de vista de la situación que la mujer vive –vivimos- en pleno siglo XXI. Y lo voy a hacer desde el punto de vista del hombre. Porque creo que si algunos hombres sufrieran algunas de las cosas que vamos a ver tan solo por ser eso, hombres, odiarían serlo.
Imaginaos una tortuga, una de ésas grandotas, que andan lentamente levantando sus patazas torpemente, pero pasito a pasito. Así van las cosas en los asuntos relacionados con la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Cierto es que a una hormiga le parecería, la de nuestro amigo el galápago, una velocidad incluso considerable porque, queridos amigos, todo depende del punto de vista.
Las cosas de palacio…
Muchas veces, las mujeres nos sentimos como esas tortugas que intentan avanzar por un terreno en que nadie ayuda ni lo pone fácil. Un mundo que sigue gobernado fundamentalmente por hombres, con una economía en la que los jefes también lo son, mayoritariamente, y en una escuela llena de libros escritos… sí, también por hombres, principalmente. Hombres que estáis leyendo esto, imaginaos que a vosotros os ocurre alguna de estas situaciones… Decidme, por favor, vuestra opinión.
En una entrevista de trabajo
No sé si os ha pasado alguna vez que en una entrevista de trabajo os preguntaran la edad y si tenéis “familia”. Es una de las preguntas que, en ciertos casos, incluso rayan la ilegalidad, junto con cuestiones sobre religión, estado civil y otros asuntos personales.
Por “familia”, el empleador se refiere a si tienes hijos. Y ya, de paso, descubrir algo más de tu vida personal. No sé realmente cuál es la mejor respuesta ni qué pretenden al preguntarlo, pero creo que a un hombre, en general, no le preguntan esto porque dan por hecho que la familia no va a interferir sustancialmente en que trabaje horas interminables porque parece que su vida personal queda relegada a un segundo plano. A ver, encima de que te hacen el favor de contratarte, tendrás que echar las horas que sean necesarias, ¿no? Los horarios son cosa del contrato, pero no de facto. Segura estoy de que muchos de los hombres que estáis leyendo esto no estáis en absoluto de acuerdo. Tampoco nosotras.
Tengo que decir que son preguntas que me han hecho mujeres y hombres en entrevistas, dando por hecho que si tengo hijos no podré, por ejemplo, ir a trabajar todos los días a Madrid… Veo impensable que le pregunten esto a un hombre.
Si eres mujer, parece no existir respuesta buena. Si tienes hijos, porque tendrás que ocuparte de ellos y, probablemente, perderás horas de trabajo. Si no los tienes, porque puedes tenerlos. Si eres más mayor y tampoco los tienes… qué raro, ¿no? El hecho es que esto es una pregunta con una carga machista insufrible. Y lo escribo teniendo en cuenta que estoy desempleada y que me pueden leer algunos de mis entrevistadores.
En casa
Aunque es cierto que en esto la tortuga va algo más rápida, en casa también existen algunos chiclés muy sutiles. "¿Te barro la cocina?", "¿te saco la basura?", "¿te hago la ensalada?"... ¿Por qué "te"? Si lo que se hace es cosa se todos en casa, no de la persona que se encarga de las tareas del hogar y que, aunque se compartan, parece que el peso de la responsabilidad recae muchas veces sobre la mujer. Ya digo que las cosas van cambiando, pero también es bueno tener en cuenta nuestro lenguaje. Que se pase del "hacer un favor" al "compartir" es vital.
En el trabajo
Cuando un hombre va a reuniones con otros hombres pueden hablar de temas intrascendentes para romper el hielo, estoy segura. Pero no se van a poner a echarse piropos del tipo “hoy tienes el guapo subido”. O “Vaya fichaje: además de inteligente, guapo”. No lo hacéis, ¿verdad? Ese galanteo vacío os aseguro que sobra en un ambiente laboral. A todos, hombres y mujeres, nos gusta que a veces nos adulen… pero nunca en el ámbito del trabajo. Es incómodo y, por supuesto, está en ese límite semi-inconsciente en el que el valor de la mujer tiene un punto de cosificación machista que no se sostiene si los protagonistas fueran hombres. Y cuando ocurre con ellos, tampoco es acertado.
Otra cosa: es cierto que tienes que demostrar mucho más que un hombre por ser mujer. Cosas del subconsciente, supongo, porque nosotras somos las primeras en exigirnos el doble, en querer hacer todo tan sumamente perfecto que se vuelve en nuestra contra: por el tiempo empleado, porque en realidad consideramos que nuestra vida personal es importante y tendemos a intentar ser productivas al máximo… Hay sectores más machistas que otros, donde ya, por ser mujer, te encasillan como “secretaria” (con todos los respetos) incluso siendo arquitecta, ingeniera… Cierto es que se va ganando terreno, pero es tan sumamente lento el proceso…
Las futuras generaciones
Si escucháramos detrás de una puerta lo que los más pequeños se dicen entre ellos sobre el sexo opuesto nos echaríamos las manos a la cabeza. Escuchadlos, porque ahí está la clave de lo que en los próximos años va a pasar con el machismo. Es curioso cómo en las primeras etapas de la vida comienza la asimilación de ciertos estereotipos machistas.
Las niñas, incluso, tienen una necesidad de ser alabadas por lo guapas que son… están tan pendientes de lo que los niños dicen sobre su físico, sobre si tienen o no novio, sobre lo que son si lo han besado –o no-… Estoy hablando de niños de a partir de diez años, no os creáis que hablo de adolescentes con las hormonas revolucionadas –en estos casos, la cosa se complica, y mucho-.
Solo escuchad. Y escuchad lo que escuchan. Porque el reggaetón, por ejemplo, es una fuente de machismo aberrante disfrazado con la estética moderna y joven… Y resulta que es como volver a la Edad Media en cuanto a la figura de la mujer y la apología de la violencia (el enlace que os propongo es bastante duro, aviso). Digamos que no en todas, y que no solo es justo hablar de este género musical. Pero que en muchas de esas canciones, está ahí.
Decía que en la adolescencia todo se complica. Es cierto. Siempre ha pasado. El concepto del amor que tienen ahora mismo es el que, supongo, todos hemos tenido a los quince. Un amor romántico, absorbente, inconscientemente controlador y donde los celos se ven como algo incluso positivo. Igual que las chicas deben saber lo que es o no el amor, también deben aprenderlo los chavales. Quizá nadie se lo ha explicado y, sin embargo, debería ser parte del aprendizaje no casual, sino programado, incluso antes de esta edad. Sí, en el colegio. Pero en colaboración directa con los hogares. Nos evitaríamos muchísimos problemas futuros en cuanto a la violencia de género.
En los medios de comunicación
Programa de Nochebuena de 2018 en La 1 (Telepasión). Ya ha nevado bastante, sí. Pero os voy a contar lo que pasó. Hacen un baile súper divertido con los personajes estrella de una de las series de después de comer del momento. ¿Qué pasa? Primero salen los hombres, con sus trajes y corbatas, encantadores, monísimos, bien vestidos, con una elegancia increíble. A continuación, salen las mujeres: en ropa interior, corsé y liga a la vista, al más puro estilo cabaretero. También estupendas ellas, pero… bastante más ligeritas de ropa. ¿Esto es machista? Juzgazlo vosotros.A partir del minuto 26.
Esas conversaciones entre hombres
Las redes sociales y los sistemas de mensajes instantáneos, tipo WhatsApp, han hecho proliferar que, en lo más recóndito de la intimidad de los móviles, algunos hombres sean unos consumidores insaciables de porno y, entre ellos, se intercambien fotos de lo más asquerosas de forma natural y cotidiana. “Vosotras también lo hacéis, ¿no? Porque todos los hombres lo hacen”. Eso me han asegurado algunos amigos, sí. Aunque me resisto a creerlo.
El hecho de que ellos no se den cuenta de que están cosificando a la mujer desde su más secreta intimidad, pero que se generaliza en los grupos de amigos y con un lenguaje subidito de tono y claramente machista, es preocupante. Es como escuchar los temas de reggaetón de los que hablaba antes, pero sin música.
Así llegan los comentarios que se hacen sobre las mujeres, que las vuelven unos simples objetos de deseo, “follables” (perdonad la expresión, pero es utilizada por grupos de hombres y no quiero generalizar más de lo que me cuentan algunos de ellos). Lo triste es que cuando existen este tipo de conductas ni ellos mismos se dan cuenta de que lo que hacen denigra la imagen de la mujer. Es como un sistema publicitario donde la fémina es el producto a “consumir”. Por no decir algo como lo que ya he dicho anteriormente. No soy tan optimista como para pensar que esto pueda pararse. Pero si algún hombre de los que realiza estas prácticas y que también está leyendo este artículo en su más secreta intimidad toma nota, me doy por contenta.
La política y la educación tienen un papel primordial en que esto cambie
Dice un querido profesor mío, catedrático y perro viejo en esto de comprender el mundo que nos rodea, que las instituciones más rancias, las que más tardan en evolucionar –con diferencia- son los sindicatos y la universidad (especialmente la pública). Son organismos en lo que todo va incluso más lento que las tortugas que hoy me traen de cabeza. Yo extendería lo segundo a todo el ámbito educativo y, por ende, al político. Precisamente son ramas importantes a la hora de decidir la orientación de nuestra sociedad. Incluso antes que la economía per se. No soy amiga de generalizar, os lo prometo, pero en este caso lo haré.
En política, los partidos tienden a politizar situaciones y problemáticas que no deberían sufrir las guerras de bandos de colores. Eso se suele solucionar con pactos de Estado, como ocurre con las pensiones, con el terrorismo… y debería hacerse lo mismo con la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Y con la educación, de forma comprometida y firme. Que el compromiso se arraigue y no se politice es fundamental para que avance, sobre todo en momentos donde no existen mayorías claras pero sí, se supone, ganas de hacer cosas.
Que haya huelga y manifestaciones nos puede parecer mejor o peor, más o menos radicalizado o politizado. A mí me parece que, por desgracia, hay que moverse, sobre todo para aquellos que siguen considerando que todo está bien, que somos exageradas. Dentro de una postura puedes ser más o menos activista, más o menos radical o más o menos comprometida, pero siendo mujer y viviendo cada día, cada una de nosotras, situaciones que siguen demostrando que no se nos trata igual no queda otra que decirlo. Que cada una elija cómo: saliendo a la calle, trabajando más, diciendo “hasta aquí he llegado”, de huelga, escribiendo, gritando o intentando educar en familia o en la escuela. Da igual; lo cierto es que estos pequeños pasos de tortuga son importantes pero, ni mucho menos, suficientes.
Nunca he odiado ser mujer. Jamás. Como tal, defiendo nuestra igualdad de derechos en todos los aspectos de la vida. Pero si siendo hombre te encontraras con este tipo de situaciones que te he descrito casi a diario, ¿cómo reaccionarías?
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