En Alemania, después de la derrota de Hitler hubo un proceso de “desnacificación”, hubo un juicio de Nuremberg  y unos maestros que tenían la obligación moral y ciudadana de enseñar a las generaciones venideras lo hediondo y perverso del nacionalsocialismo, con su  secuela de crímenes y aberraciones,

El éxito de estas medidas ha sido incuestionable; las nuevas generaciones de  alemanes conocen y repudian del nacionalsocialismo, saben que fueron los campos de concentración, saben quienes fueron los nazis y lo que significaron.

Sin embargo, en España, los nacidos entre 1995 y el año 2000 no saben que fue Eta, les suena como algo lejano en el tiempo y distante, casi a la  altura de la guerra civil. No saben, y hagan la prueba, lo que fue la masacre de Hipercor, la matanza del cuartel de Zaragoza, el cautiverio   y tortura de Ortega Lara  o el martirio y muerte de Miguel Angel Blanco.

Algo falla en nuestra  educación escolar cuando el fenómeno del terrorismo nacionalista vasco es desconocido por los niños y jóvenes, algo falla cuando los profesores de primaría y secundaria no son conscientes de que enseñar a sus alumnos lo que fue Eta, el dolor que causaron y causan es un deber ético moral y profesional.

No concibo un profesor de Historia que no explique a los alumnos que es, que fue Eta y lo perverso del nacionalismo étnico.

 
No me explico como un profesor de Literatura, de Historia, o de Educación para la Ciudadanía no recomiende la lectura de los libros de Aramburu ‘Los peces de la amargura’, ‘Los años lentos’ o ‘Patria’.

No halló explicación racional  para que las películas y documentales de Iñaqui Arteta, el cineasta que mejor ha retratado la infamia de Eta y el dolor de las víctimas no se hayan proyectado en todos los institutos y colegios de España

Esta carencia ética no sólo es antipedagógica, sino que ya la estamos pagando cuando vemos a jóvenes que hacen suya la causa palestina pero piensan que en el País Vasco lo que hubo fue un conflicto político y no el asesinato de ciudadanos por ser españoles, o les hace gracia esos  raperos que, invocando la libertad de expresión, enaltecen el terrorismo y hacen mofa de las víctimas, e incluso hay tullidos morales que llaman a Otegui preso político.

Algo pasa cuando el líder de un partido nacional con más de cinco millones de votos se abraza con los terroristas de Alsasua, habla en las herrikotabernas alabando la perspicacia política de Eta, pide la salida de la cárcel de los presos etarras, y las organizaciones cómplices de ETA tienen su número de teléfono como contacto en Madrid.

En Alemania, cualquier líder que tuviera estos contactos o actuaciones con el entorno nazi estaría proscrito de la vida pública, en Estados Unidos cualquier líder que tuviera estos contactos o actuaciones con el entorno del Ku Kux Klan sería repudiado por la ciudadanía.

Sin embargo, aquí estas actuaciones salen gratis, porque el Partido Popular y el PSOE no se han preocupado de  construir el relato de la lucha contra Eta y no han realizado la tarea de “desnacificacion” española que debieron hacer.

Siempre atravesando el olvido, viviendo en él y entregados a lo liviano y gaseoso, de tal forma que en   Ávila los niños desconocen el atentado a la cafetería  Hortaleza o el nombre de Fernando Trapero, guardia civil abulense asesinado por Eta, o que el maravilloso artista de la finca Garoza en Muñogalindo estuvo amenazado por Eta.

Lo mejor de la sociedad civil española ha salido de la lucha y resistencia al fascismo etarra: María San Gil, Nicolás Redondo Terreros, Rosa Diez, Iñaqui Arteta, Agustín Ibarrola, Fernando Savater, Mayte Pagazurtundua  y demás miembros de la resistencia antifascista son un ejemplo de moral y dignidad que no debemos ignorar.

España tiene un déficit de ejemplos morales, y desperdiciar este caudal humano exaltando en cambio a notorios cantamañanas con coleta y su patota de timadores y jetas profesionales, es el camino más directo y más corto para que vuelva a ser fecundo el vientre que parió al fascismo etarra.