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Había nacido en León hace 92 años y era conocido como predicador. La capilla ardiente se encuentra en el Convento de la Santa y la misa de funeral tendrá lugar el sábado (10,30 horas).
El carmelita Daniel de Pablo Maroto ha glosado su figura en un artículo titulado 'Recordando al Padre Segundo'.
"Después de una larga enfermedad, ha muerto en Ávila el 26 de mayo el Padre Segundo Fernández, carmelita descalzo de La Santa, en Ávila a los 92 años recién cumplidos. El padre Segundo no fue abulense de nacimiento, pero sí de adopción, de querencia, por ser Ávila su especial campo de trabajo. A la hora de despedirnos de él, quiero recordar su andadura por tierras abulenses, capital y provincia. Aquí pasó 53 años de su vida, primero como estudiante de filosofía (1941-1944), conventual de La Santa los años 1949-1966, 1978-1981 y 1987-2017, de los cuales fue prior doce años: 1957-1963 y 1987-1993.
Retornemos a su trayectoria existencial. Nació en Canalejas (León) en 1925. Estudió humanidades en el colegio carmelitano de Medina del Campo (Valladolid) los años 1937-1940; ingresó en el noviciado de Segovia el 12 de agosto de 1940 para profesar en el Carmelo teresiano el 27 de agosto de 1941. Siguieron después los estudios de filosofía en Ávila (1941-1944) y teología en la Universidad Pontificia de Salamanca (1944-1949) concluyéndolos con la licenciatura. Fue ordenado sacerdote en Salamanca el día 29 de agosto de 1948.
Si lo que define al hombre no es solo el ser, sino el quehacer, la realización de las tareas que nos encomiendan, en muchos servicios ocupó su vida el Padre Segundo. Fue profesor de filo-sofía escolástica e historia de la filosofía los años 1949-1966. Como carmelita descalzo, ocupó cargos de mucha responsabilidad, como provincial de la provincia de Castilla la Vieja durante 3 trienios; dos trienios consejero provincial; superior de Segovia y delegado de Castilla al capítulo general de 1979.
Pero si hay algo que cualifica de manera especial la personalidad del P. Segundo es la de predicador. A ella dedicó prácticamente su vida entera, mientras era miembro de una comunidad, superior o profesor. Predicador desde muchos púlpitos de España, cuya voz resonaba potenciada en el tornavoz y llegaba cálida y autoritaria a los oyentes en las iglesias o ermitas. Después llegarían los ambones y los micrófonos, pero él seguía vociferando con el mismo brío juvenil hasta los últimos días, ya con voz cascada por el uso y el abuso. La sus-tancia de su predicación fue siempre la verdad de la fe cristiana y católica enriquecida con el espíritu carmelitano y teresiano. Y a veces, cuando las circunstancias de la época lo exigían, descendía a la situación social y religiosa de España en aquellos momentos.
Es difícil cuantificar los sermones predicados durante más de 68 años de vida sacerdotal. No-venas, triduos, sermones sobre Cristo, la Virgen María, los santos en sus fiestas, especialmente los del Carmelo de santa Teresa, las Semanas santas en los pueblos de Ávila. Todavía seguirán en la memoria de muchos los sermones del P. Segundo en la iglesia de La Santa, cuado los sermones eran más que una simple homilía en la misa dominical.
No sólo fue predicador de púlpitos y ambones de iglesias, sino de ejercicios espirituales y retiros, incontables en la geografía de España, especialmente dirigidos a religiosas de varias congregaciones antes y después del concilio Vaticano II (1962-1965).
Quedaría por recordar un ministerio sacerdotal que le exigió tiempo y dedicación, y es de suponer que mucha paciencia, caridad y celo sacerdotal. Me refiero a su quehacer como confesor y director espiritual de laicos/as y monjas, especialmente de la familia carmelitana o afines a su espíritu. Me atrevo a sugerir que los/ as supervivientes le echarán mucho de menos, y es posible que lo recuerden entre lágrimas y llantos, al menos con emoción y nostalgia.
Escribir no parece que fuese lo suyo de modo profesional, pero quiero recordar que hasta los últimos años de su vida dedicó muchas horas a hacer recensiones críticas de libros, como gran lector que era y fraile de convento y de celda, sobre todo para la Revista de Espiritualidad de Madrid, de los carmelitas descalzos de Castilla.
Los carmelitas descalzos de todo el mundo recordaremos su aportación, como miembro de una comisión internacional, en la preparación de los Decretos (1968), legislación previa a nuestras Constituciones (1986), colaboración que ha quedado en el anonimato. Y, al final, una mera referencia a su modo de ser y de comportarse en la vida como hombre, sacerdote y carmelita descalzo. Se puede decir que el P. Segundo fue siempre sacerdote y carmelita descalzo, amante de su orden, de sus santos y de su espiritualidad. Hombre de buen consejo.
De carácter recio física y psíquicamente, como las encinas o los robles de Castilla, como corresponde a los hombres y mujeres nacidos en las trágicas circunstancias de España en los años treinta y cuarenta. No obstante, estoy convencido de que era, en el fondo y en ocasiones, un sentimental y, en circunstancias, algo tímido, más allá de la apariencias externas. Pero también soy testigo de que su reciedumbre originaria fue variando con el tiempo, cuando dejó de tratar con los libros de filosofía escolástica en las clases de Ávila y descendió a la realidad de la vida en la convivencia con los hermanos como superior provincial o local. Lo mismo que cuando atendía a las personas que le pedían consejo y se entregaba a su misión sacerdotal con vocación de amigo, de consejero y padre espiritual.
Pero las raíces más profundas de su psique se las llevará al sepulcro, porque, como dice Berceo, al juicio final iremos todos 'quisque con su maleta'. O sea, con nuestra alma virgen infundida por Dios en los comienzos de nuestra vida, modelada por los genes de los ancestros y las múltiples y variadas circunstancias de la vida, nuestro ambiente familiar, social, cultural y religioso que configura el yo.
Descanse en paz y en el corazón del Padre, en la misericordia del Cristo crucificado y resucitado; en el seno de Santa María del Monte Carmelo, y bajo el manto de su santa madre Teresa de Jesús. Y todos le pedimos que ruegue por nosotros que todavía navegamos en el mismo océano de la vida con nuestra propia barquita, que fue idéntica la tuya, mediación necesaria de los seres humanos".
Oficina en Ávila de Caja Rural de Salamanca
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