Parecen haberse puesto de acuerdo para coincidir las fechas. Quizá. Probablemente. ¿Quién sabe? Pero no va a ser lo que nos ocupe en este humilde escrito. ¡No!

Prefiero hablar de cosas más mundanas y rutinarias. Tan rutinarias como ir a coger el pan o comprarse ropa. Me refiero a los trabajos o empleos que se venden en el Gobierno como recetas contra la crisis. No lo digo por mí. No me gusta personalizar. Lo digo por las recetas, en las cuales creo que estuvieron pensando esos tres partidos.

Espero que hayan hablado de ellas y, no solo del cabecilla de la organización. Lo mismo les cuesta a nuestros humildes servidores. Pero es tiempo de ponerse el mono y comenzar a trabajar.

Escribo a las siete de la mañana. ¡Buena hora para pensar! A estas horas es posible hacer prosa poesía, escuchando los ruidos de los pájaros. Si bien, no es lo único que se escucha. Como decíamos de niños, son las horas en las que muchas calles de nuestra pequeña ciudad se construyen. Empiezan a salir muchas personas, las que pueden, a sus correspondientes tajos. Enorgullece hablar de esa palabra, tajo. Esa palabra que me permite divagar y pensar por un momento. ¿Dónde estamos señoras y señores?

¿Habremos descubierto el camino? El consejero de Sanidad no tiene aprecio a esta provincia, a la cual solo plantean minas, pero poco oxígeno. ¿Qué estaremos haciendo las personas? ¿Se puede ver el recorrido de este viaje? Me queda siempre la duda, como siempre. Caminamos hacia la esperanza con lágrimas de ilusión. Y a la vez, sonreímos cuando nos paran y decimos que no tenemos nada, pero que no nos rendimos y seguimos buscando.

¿Qué nos queda? ¿Rendirnos? Eso nunca, amigos míos. Desconozco la receta para salir del bache. Eso sí, en la rendición no creo que tampoco esté la solución. A ver si Carlos, Pablo y Pedro nos echan un cable.