Los capuchones esperaban dispuestos a lo largo de la calle adyacente, dos filas solemnes con túnicas y capas azules, capirote y cíngulo en blanco.

Antes de que salieran los tres protagonistas de la tarde, se ha impuesto un banderín-fajín a la Cofradía del Santísimo Cristo Despojado, a modo de hermanamiento, por su estrecha vinculación, ya que su banda acude desde hace tiempo a tocar en este desfile procesional.

La procesión de El Silencio, la única que sale de un barrio de la ciudad y de la mano de la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias, rompe su título a la altura de la plaza del Rollo. Sin nada más que un micrófono delante y la estampa de los tres pasos avanzando por la Calle Burgohondo, un cofrade ha hecho honor con su voz a la Madre y al Hijo desde el Centro Polialente Sur.

Este año cada paso contaba con tres nuevas varas presidenciales, adquiridas en Ciudad Real, y nada menos que cerca de 500 nazarenos a modo de escolta.

Distribuidos y flanqueados por los capuchones, tres bandas marcaban el ritmo: la Banda El Amarrado Pequeño, la Banda del Santísimo Cristo Despojado, de Valladolid, y la Banda del Santísimo Cristo de Medinaceli, de Talavera de la Reina.

El discurrir por las calles del barrio ha sido más lento para subir por Francisco Gallego, sin duda la mayor pendiente que deben superar las procesiones de Semana Santa. Ya en el Rastro han mostrado llamativas estampas entre los estandantes, los capuchones y los pasos ante la muralla, sobre la que proyectaban sus sombras en un Miércoles Santo casi de verano.