Aún recuerda los años en que ‘La Regenta’ se vendía clandestinamente, el tiempo en que leía un libro porque le llamaba la atención que aparecieran palabras que sólo había encontrado en el diccionario.

José María López, que ha ejercido de profesor, explica con buen humor que tenía 15 o 16 años cuando un cura le dijo que el ‘Libro de Buen Amor’, del Arcipreste de Hita, no era clerical, y por tanto, apropiado. “A la media hora estaba en la biblioteca” para buscarlo y leerlo, aunque admite que una primera lectura lo decepcionó.

Ha repasado obras clásicas de autores como Valle-Inclán, Shakespeare o Cervantes. “Me impresionó el Quijote y aún conservo el libro, que tiene más tinta que blanco”, ha recordado. “Mis hijas saben que estoy leyendo Don Quijote porque me río solo”.

En esta etapa de su vida, admite que se siente “condicionado” por su trabajo. Prefiere los relatos que puedan ser de provecho para el aula.