Todo un logro que ha cambiado drásticamente la vida de las personas. Pero no solo ha cambiado nuestras vidas, también ha cambiado nuestras percepciones y nuestra moralidad. El orgullo de proveerse a sí mismo, de aceptar la responsabilidad individual del fracaso, del éxito, de la culpa, han ido desapareciendo como valores intrínsecos del individuo y de la sociedad.
Las generaciones nacidas en tiempos de bienestar, de abundancia, de consolidación de derechos sociales, han sido educadas en la superioridad del Estado que todo lo provee y en la ideología laica de lo políticamente correcto. No valoran el esfuerzo y sacrificio que hay que hacer para acceder a los bienes materiales. Creen de verdad, porque así les hemos educado, que los derechos están por delante de los deberes. Y eso ha traído una nueva moralidad que se ha convertido en el estado natural de las cosas, al menos en sus mentes.
Toda generalización acarrea injusticia, pero de alguna manera hay que advertirlo. Hoy, las nuevas generaciones no reflexionan sobre la proveniencia de tantos beneficios y comodidades. No se paran a pensar quién paga, y a que coste, tantos servicios y bienes materiales como consumimos. No escuchan a sus mayores; hombres y mujeres que poseen el orgullo de haber sido soberanos de sus vidas, que hicieron posible con su esfuerzo, su lucha, que hoy tengamos un Estado del Bienestar como el que tenemos.
La educación recibida y la sobreprotección con la que han crecido para evitarles frustraciones, ha hecho que las nuevas generaciones transfieran su propia responsabilidad a los padres, al colectivo y en última instancia a papá Estado. Les falta comprender el verdadero y natural orden de las cosas y eso ha hecho que su lógica mental cambie sustancialmente. Pero ellos no son responsables, responsables son quienes nos gobiernan y nos han gobernado. Responsable es la sociedad en su conjunto. Responsables son las Universidades, que dejaron de ser templos del saber y del conocimiento para ser templos de adoctrinamiento y, en algún caso, de reclutamiento.
La sociedad actual se está volviendo hedonista, infantil e inmadura porque ya no se educa a los jóvenes en valores de toda la vida. Ya no se enseña que la vida está llena de insatisfacciones, de frustraciones, de fracasos, también de placeres. Ya no se enseña a superar las dificultades, a responsabilizarse individualmente de nuestros actos, a distinguir lo bueno de lo malo. Hoy todo es relativo. Se enseña a los jóvenes que todos son iguales, que nadie puede sentirse diferente al resto. En vez de educar para afrontar la vida, se educa para vivir la vida, que es muy distinto. Y así, cuando llegan a adultos, muchos creen que la vida puede ser como cada uno de nosotros quiere que sea, y cuando descubren que esto no es así… acaban volviéndose indiferentes a la verdad y reaccionan contra quienes les contaron una mentira.
Pero mejor que yo, y en menos palabras, nos lo advertía Julián Marías: el ser humano necesita de una jerarquía de verdades donde se puedan asentar las ideas, las creencias y las opiniones. Explicaba que en tiempos de incertidumbre y confusión, cuando se han dado las condiciones adecuadas para dar un paso adelante, muchas veces han venido los extremismos a estropearlo todo y dar un paso atrás.
Sonsoles escritora del ciprés. | Jueves, 23 de Febrero de 2017 a las 11:57:40 horas
!Qué verdad mas grande Alfredo!.
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