Lo curioso del asunto es que se pronuncia con un cierto deje de orgullo, como blasón que justifica un aura de superioridad. Algo que identifica a determinados ejemplares de la tribu y los cualifica para practicar la endogamia. Compartir costumbres y asimilar una forma de ser, caracterizada por la ausencia total de imaginación, miedo al pensamiento, y sumisión a determinadas figuras que, aquí, son autoridades de algo, y en territorios más civilizados vivirían de la caridad pública en forma de salarios de integración social.
A servidor, esta gente, en su mayoría católicos pero no cristianos, practicantes pero no creyentes, le resultarían ajenos y hasta le haría gracia, ese provincianismo barato de patatas revolconas, panceta y pipas, siempre y cuando no interfirieran en la vida pública.
Es decir; si se limitaran a ser figurantes de un hipotético centro de interpretación de la clase media mental baja no harían daño, y serían parte del paisaje urbano como las palomas y otros pájaros, pero el problema es la vertiente pública de su existencia.
¿Cuántos puestos de libre designación, en Diputación, Ayuntamiento y Junta de Castilla y León (organismo inútil donde los haya), se han creado única y exclusivamente para que los familiares, conocidos o hijos de los “de toda la vida”, tengan el sustento asegurado a costa del erario público?
¿Qué sentirán los funcionarios de carrera viendo a esta gente entrar, primero como interinos a dedo, luego aprobando concursos falaces, y en algunos casos teniéndolos de jefes? Y todo ello sin el menor talento, sin esfuerzo alguno, únicamente por su pertenencia a determinado grupo que considera la inutilidad de los suyos, un problema a resolver por las administraciones.
¿Porqué se considera normal lo que no deja de ser un asalto a las instituciones?.
Es urgente escribir ‘la historia local de la infamia’, el reverso de tanta complacencia sobre las supuestas bellezas y méritos de la ciudad. A lo mejor descubrimos que aquí no hay huella alguna de Santa Teresa o San Juan, sino influjo de caciques del XIX , con coches del XXI y un aroma asfixiante de ladrillo y caja de ahorros quebrada que han hecho de Avila una de las ciudades con menos futuro de España.
Quizás no estaría de más hacer una lista de todos aquellos apellidos que copan los puestos de libre designación, o que ahora son fijos previa interinidad en Junta, Ayuntamiento, Diputación o empresas y fundaciones públicas.
No habrá sorpresa, no serán ni los Medicis, ni los Sforza, ni los Alba, ni los Kennedy, pero serán, eso sí, de Ávila de toda la vida.
‘”Los de siempre” Poder, familia y ciudad (Ávila, 1875-1923)’.
Eduardo Cabezas Ávila.
Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Colección Monografías, número 180. Madrid, 2000.
Tío Peloto. | Sábado, 23 de Mayo de 2015 a las 18:22:40 horas
Pero, usted, Represa, ¿ha leído ese libelo?
Porque es lo que es. So capa de tesis doctoral, una especie de venganza desde el despecho personal, el rencor y el aborrecimiento.
No hay que explicar a qué sombra se arrimó el autor ( ni quien es él) para lograr la publicación del libro
Una investigación muy tendenciosa acerca de los vínculos y relaciones familiares de unas pocas - influyentes, sí- familias que hicieron su fortuna a raíz de los procesos desamortizadores, puestos en marcha, precisamente, por lo que llamamos izquierda liberal.
Echar a los bisnietos culpas de los bisabuelos.
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