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Cientos de alondras reconfortan mi espíritu con sus tonadas de fulgor y cielo. La pequeña bisbita, venida de las frías estepas, alegra con su incesante piar, las planicies dilatadas de esta tierra. Lánguidamente, planea el aguilucho sobre los pardos terrones. Los trazos de su fina silueta se van diluyendo en la lejanía…
Un sinnúmero de cigüeñas, posadas en macizos de tierra, me da la bienvenida al vertedero. ¡Cuesta creer que tales cúmulos de basura se conviertan en auténticos paraísos para las aves, en el rigor de la estación invernal!
Una turba hambrienta de gaviotas se arremolina en torno a plásticos, piltrafas y desechos. De súbito, como asustadas, suben al cielo en confusa algarabía: reidoras y sombrías, argénteas y patiamarillas(1), ensayan sus danzas aéreas, sin que el ojo acierte a abarcar tan diversa especie y tamaña cantidad.
Las astutas grajillas aprovechan la muchedumbre carroñera para rapiñar algún que otro resto de comida. Tampoco es ajeno al festín, el milano que sobrevuela, en pausado aleteo, las uralitas cuajadas de innumerables gaviotas y garcillas bueyeras.
Ni los plásticos se libran de la voracidad de estas aves carroñeras, que entreabriendo sus picos en actitud desafiante, parecen dispuestas a disputarse hasta los más pútridos despojos. Contemplando semejantes escaramuzas desde el rústico acomodo de una zanja, se me hace harto difícil dejar este animado refugio.
Eran ya las dos del mediodía, cuando asiendo con firmeza mi cachava, emprendo, pensativo, el camino de vuelta a casa.
(1): Diferentes especies de gaviotas (reidoras, sombrías, argénteas y patiamarillas.
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Óscar | Domingo, 12 de Febrero de 2017 a las 15:13:24 horas
Pues, como siempre, escrito con mucho estilo, y desde luego dando qué pensar: ¿Qué clase de mundo hemos creado, que estas aves se ven obligadas a comer toda esa basura? Es un espectáculo que tiene su lado sórdido. Y qué decir de los 250 kilos de plásticos que van al mar cada segundo y acaban en los estómagos de las ballenas, muriendo éstas en una agonía durísima.
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