La voz de alarma la dio el gobernador del Banco de España hace más o menos un año: el sistema público no podrá garantizar, en el futuro, el nivel de pensiones actuales. Mentó a la bicha en tiempos electorales y le dieron por todos los lados, a diestra y a siniestra. Parece un tema tabú para los políticos porque ellos se mueven y toman decisiones en función del voto, nunca en función de los problemas de la gente. Los datos son los que son y los números no entienden de ideologías ni de partidos. El sistema público de pensiones, tal y como está diseñado en España, es un sistema que tiene fecha de caducidad. Leyendo un artículo en un medio digital sobre este tema, vi una estadística de cómo ha evolucionado la ratio trabajador/pensionista en los últimos cuarenta y un años. En 1975 existían tres millones de pensionistas y doce millones de personas estaban trabajando para sostenerlo. Es decir, la ratio era de cuatro trabajadores por cada pensionista. Hoy, tenemos nueve millones de pensionistas y diecisiete millones de personas trabajando. La ratio no llega a dos trabajadores por cada jubilado. Pero es que, según el INE y la proyección demográfica que ha hecho para el año 2040, el número de pensionistas será igual al del resto de la población activa en apenas veinticuatro años, lo que nos llevaría a una ratio de menos de una persona por cada pensionista. Algo totalmente insostenible. La realidad, según los datos del INE, es que el gasto en pensiones aumenta todos los años considerablemente por una simple cuestión demográfica: cada año se suman al sistema de pensiones más jubilados que los que salen.

De la hucha de las pensiones se han tenido que sacar en los últimos cinco años 42.000 millones de euros para hacer frente a la paga extra de las pensiones. La última vez hace unos días para pagar la extra de Junio. Y esto no tiene visos de que pueda cambiar en los próximos años ateniéndonos a la proyección más optimista que se hace de la tasa de paro. Hoy, la hucha de las pensiones (un fondo creado para pagar la extra de los jubilados en casos de crisis o emergencias) debe acumular unos 25.000 millones de euros, lo que solo garantiza el pago de las tres próximas pagas extraordinarias, hasta diciembre del año que viene.

Los estudios y previsiones de los técnicos y expertos en la materia son concluyentes: en el año 2025 (dentro de nueve años) el gasto en pensiones subirá un 5% más, hasta situarse en el 15% del PIB. Si a la mera cuestión demográfica le añadimos el precarismo laboral; a menor salario, menor cotización y, por tanto, menos ingresos para la caja de las pensiones, podemos concluir que el problema es de una envergadura tremenda. Pero, curiosamente, esta patata caliente de las pensiones ha pasado inadvertida en la reciente campaña electoral. Pero algo tendrán que hacer para solucionar un problema que amenaza con desestructurar el estado del bienestar.

La única realidad es que los pensionistas de hoy son sostenidos por una población activa que, cuando le llegue su jubilación, no podrá disfrutar del mismo nivel de prestaciones que hoy tienen nuestros mayores. Esta realidad hay que ir asumiéndola, sí o sí, independientemente de las soluciones que los políticos tomen al respecto, políticos que están más preocupados por salvaguardar sus intereses partidistas y particulares que por nuestros problemas. Pero más pronto que tarde se tendrán que sentar en la mesa del Pacto de Toledo y empezar a buscar soluciones urgentes. La primera se tomó cuando  se implantó la edad jubilación a los 67 años de forma progresiva. La segunda cuando se decidió subir de 15 a 25 años los años de cotización para calcular la pensión, lo que lleva a bajar las pensiones de todos. Pero esto son solo parches, no solucionan el nudo gordiano del sistema público de pensiones de estructura piramidal que tenemos en España. ¿Soluciones? Para eso están los políticos, para eso cobran lo que cobran. Alguna medida tendrán que tomar por muy interesados que sean, al fin y a la postre también les afecta a ellos y si les afecta a ellos… pueden llegar a acuerdos y soluciones fácilmente. Lo hemos visto en estos meses de fallida legislatura: ¡por unanimidad! acordaron aprobar el estatuto del diputado que permite a sus señorías ejercer actividades profesionales ajenas al parlamentarismo, lo hemos comprobado cuando sus señorías, ¡por unanimidad!, aprobaron darse veintiún días de vacaciones pagadas en Semana Santa. También se pusieron de acuerdo para reglar los salarios, las dietas, prebendas y comisiones de esa fallida legislatura, también lo hicieron para seguir cobrando los dos meses de inactividad parlamentaria. Así que yo no tengo duda que también se sentarán, con ese “sentido de estado” que les caracteriza para negociar lo suyo, para  buscar soluciones a este problema que también les afecta

La patata caliente de las pensiones, tal y como reflejan los datos y proyecciones del INE, nada tiene que ver con las ideologías, ni siquiera con la tan necesaria regeneración de las instituciones y la urgente reestructuración de la mastodóntica administración pública, ni siquiera con erradicar la corrupción sistémica, algo imprescindible por otra parte. Todo ayuda. Pero la realidad es más prosaica: la estructura piramidal del sistema público de pensiones se está invirtiendo a pasos agigantados por una cuestión demográfica. Y el problema para España, ahora que el déficit de las cuentas públicas supera al PIB, es que la deuda y los intereses que se han de pagar por la misma, impiden que se pueda desviar un céntimo a la caja de pensiones. Y no les digo nada si factores exógenos (que han tenido mucho que ver con la mejora de los datos macroeconómicos) como el precio del petróleo o el precio de dinero, empiezan a subir hasta llegar a niveles de hace seis u ocho años.

El modelo de las pensiones es el mayor desafío que ha tenido la sociedad española en los últimos cuarenta años, desafío al que deben responder los políticos aparcando sus intereses partidistas e ideológicos. Yo creo que no son unos incapaces, son  unos interesados, pero estas cosas son para las que se les vota, para que resuelvan problemas que a todos nos afectan en la misma medida. Y cuentan con auténticos expertos y técnicos dentro de la administración del estado para ayudarles a buscar las soluciones. Para esto no necesitan a sus asesores, pagados servilmente con el dinero de todos, ni siquiera a los think tank (laboratorios de ideas políticos) afines para engordar los bolsillos de los amigos o financiar, vaya usted a saber, a partidos presentes o futuros.

Nada tiene que ver este artículo con la opinión, con el criterio de cada cual, tiene que ver con la verdad de los hechos, de los datos. Pero quiero terminar este extenso artículo con algo que me dijo hace unos días un hombre de 98 años, lúcido como pocos y sabio de verdad, quizá, como le suelo decir, porque solo ha leído un libro: el libro de su vida.

“Aprendisteis rápido como funciona el estado del bienestar pero no aprendisteis cómo funciona la vida. Ahora creéis en la superioridad del estado que todo lo provee: pensiones, ayudas, subsidios al desempleo, hospitales gratis, becas para estudiar… pero esa creencia ha hecho perder la moralidad a la mayoría de las personas. La responsabilidad, el orgullo y la moral de proveerse a sí mismo ha desparecido. Falta comprensión para entender el verdadero y natural orden de las cosas.  Nunca hay suficiente para todo cuanto se necesita,  por lo que un gobierno solo podrá garantizar aquellos derechos y servicios que puedan pagar sus ciudadanos. Ni uno más, ni uno menos".