Es la cantinela de todos los años, la que nunca se modifica sea cual sea la cara del bipartidismo que figure como gobernante. Supongo que esto ha sido así desde entonces por pereza o por conveniencia de imagen para la Administración de turno, permitiendo que la plebe juegue a señalar a uno de los dos forzosos destinatarios que se va a llevar el 0,7% de nuestro IRPF: la organización religiosa conocida como Iglesia Católica o una pléyade de oenegeros.

Imposible pasar por alto el chirriante eufemismo que la casilla de la X de las ong lleva adosado: “para actividades de interés social”. Durante cuarenta minutos, hasta que el aburrimiento pudo más que mi voluntad indagatoria, estuve leyendo un enorme listado del Ministerio de Sanidad –el encargado de controlar buena parte de este cotarro- con los beneficiarios de la asignación tributaria del 0,7% del pasado año. En la tediosa lectura de los cientos de organizaciones sobre las que el Gobierno de turno desparrama este maná, pueden hallarse curiosidades reseñables. Por ejemplo, el elevado número de chiringuitos oenegeros creados por miembros de “la minoría étnica” –sí, ahora se les llama así a los que hace cinco siglos penetraron en España con el pretexto de que iban en peregrinación a la tumba del apóstol Santiago; después, como bien es sabido, nunca más salieron por donde habían entrado-, organizaciones con rimbombantes nombres de un supuesto espíritu benefactor y hasta redentor de los susodichos. Al abrigo de todo este despiporre de ong, asesoradas e incluso dirigidas por verdaderos profesionales de la caza de subvenciones, se podría llenar una flota repleta de listillos.

Para el anecdotario en mármol o bronce, siempre quedará en la memoria de los españoles la que protagonizó la eximia ministra de Igualdad del no menos inolvidable presidente ZP, Bibiana Aído, cuando en 2009 soltó 26.000 euros del ala a no sé qué organización para realizar el 'Mapa de excitación sexual del clítoris y los labios menores'. Si la dejan más tiempo en el puesto, quizás también por eso de la paridad, habría destinado algo similar a un estudio de la geografía prepucial del miembro masculino en fase de reposo.

O las ong empeñadas en trasvasar a millones de islámicos, africanos de todas las tribus, caribeños y asiáticos de los más remotos rincones a este edén español de unos 4,5 millones de parados. Somos pocos y parió la abuela, y las mantitas rojas que les ponen en los hombros cuando bajan de las pateras también proceden del 0,7%.

Junto al casillero de todo este desparrame de “solidarios”, está la Iglesia Católica, pugnando también por hacerse con la deseada X. Pero díganme, en qué cabeza de ateo, agnóstico o simplemente poco amigo de las sotanas, los dogmas de fe y las mitologías religiosas puede representar una alternativa válida respecto a lo otro cuando llega la hora de poner la X en ese espacio de la declaración. Además, teniendo en cuenta que la iglesia juega a dos manos y gran número de sus organizaciones confesionales ya están también  registradas en el capítulo de las ong. Es de imaginar que más de un opinante pretenda poner a las caritativas como reclamo superador de cualquier reticencia para que el contribuyente cierre los ojos y coloque la X en el casillero confesional; sin embargo, el camino lógico para el apoyo a ese tipo de asociaciones no debería ser el torticero del 0,7%, sino el de afiliarse a ellas y pagar la correspondiente cuota mensual.

Lo justo, racional y democrático es que el 0,7% fuese la expresión libre de nuestra voluntad para sustentar cualquier organización legal y sin ánimo de lucro, incluidos los partidos y sindicatos (grandes o pequeños, pero siempre dentro de la legalidad), con lo cual sería el principio para plantearse un sistema de financiación distinto y sustitutorio del que ahora tienen del Estado. De esta forma, los contribuyentes tendríamos en nuestra mano la posibilidad de aportar el apoyo económico del 0,7% a la organización de nuestra preferencia o afinidad (desde una protectora de animales a uno de esos partidos que no reciben ni un céntimo estatal y que heroicamente han de medirse en las elecciones a los otros bajo unas condiciones de intolerable desigualdad). Para todos o para ninguno, pero nunca poner la X bajo la coacción de una norma restrictiva y antidemocrática.

Existe, aunque esté casi nada publicitada y prácticamente nunca se cite entre las opciones, una tercera vía que, adoleciendo también de la libertad de elección a la que me refería en el párrafo anterior, puede suponer  un paliativo al agravio monopolista de las alternativas de la iglesia y de los oenegeros. Es la de destinar el 0,7% a los Presupuestos Generales del Estado (basta con no poner X alguna en los casilleros). Una forma de optar por el mal menor.