En el lento rodar de las estaciones, la memoria va deshojando, hoja a hoja, el almanaque de mis recuerdos. Una fina lluvia otoñal me acaricia los pétalos del alma. Ante mis ojos se extienden amplias avenidas de acacias y cedros. Sobre pérgolas de inspiración clásica, teje la yedra su tupida urdimbre de rojos corazones.
Las castañas de Indias, libres ya de su arnés de erizo, se amontonan por la tierra húmeda del parque. Escarba el mirlo, siempre inquieto y vivaz, por entre la hojarasca, en busca de lombrices y babosas. En la espesura de sabinas y enebros, resuenan las alegres notas del chichipán (1).
Ay, esos viejos parques, donde se siente el íntimo latir de lo vivido… Alamedilla de Salamanca, Jardines de San Vicente; Parque de San Antonio, en otro tiempo jardín botánico… En ellos prima la armonía y el buen hacer característicos de las generaciones pasadas.
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Hoy en día, nuestros modernos urbanistas, haciendo gala de su mal gusto, no dudan en arrasar espléndidas rocallas y simétricos parterres para poner en su lugar inútiles fuentes psicodélicas derrochando luz y color a borbotones. ¡Cuánto parque señorial ha pasado, por obra de estos técnicos feriantes, de parque de solera a parque “de atracciones”!
La algazara de grajillas y estorninos, en su incesante búsqueda de dormideros a salvo de bombas, cohetes, estridencias y otros artificios propios de la estupidez humana, me saca al instante de mis cavilaciones. Las cornejas se disputan con sonoros graznidos las mejores ramas de las coníferas centenarias. El fino ulular del autillo resuena, al anochecer, en la vieja tronca del parque.
(1) Chichipán, ‘carbonero común’. No está en el DRAE.
Melior | Jueves, 19 de Noviembre de 2015 a las 19:39:26 horas
Como siempre, un placer leer un texto repleto de sinestesias de todo tipo pero, especialmente, de paz. Se valora aún más en tiempos en los que cualquiera dice ESCRIBIR. Gracias por este ratito, poeta urbano.
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