Tras nueves meses con el nuevo Gobierno, las cámaras legislativas de este país han sufrido un retraso importante en su quehacer diario. Son innumerables las ocasiones en las que se han rechazado comparecencias de los miembros del Gobierno en comisión o en el pleno gracias a que el Partido Popular tiene mayoría en la Mesa del Congreso y del Senado, así como en las mesas particulares de las distintas comisiones constituidas.

Rajoy parece tener miedo a ir al lugar de donde salió elegido, a rendir cuentas delante de los representantes de los españoles. Parece que no le gusta que se ejerza el control parlamentario sobre el Gobierno. Y por esto, tras el debate de investidura, sólo ha comparecido una vez más ante el pleno, para anunciar una batería de medidas, bastante por lo alto, entre las que estaba la famosa subida del IVA, o la retirada de la extraordinaria de Navidad a los empleados públicos.

Hoy día, en la calle se critica mucho a diputados y senadores, se les tacha de vagos, de aprovecharse de los ciudadanos y ganarse así la vida, pero son, a todos los efectos, quienes guían los pasos del país con su actividad diaria. También el Gobierno se sirve de esto para evitar acudir allí, pues empieza a darse cuenta que a la ciudadanía le importa bastante poco.

En una democracia cuidada y mimada, las grandes noticias se hacen allí, en la casa de todos los españoles, y no en la prensa finlandesa o alemana, que tienen noticias frescas sobre nuestro devenir económico antes que nosotros, y además información de la buena, parece ser.

¿Cómo se explica que el mismo día que en Finlandia dice que vamos a necesitar ayuda, diga en el Congreso que aún no sabe qué va a hacer y pretende esperar? Es sólo una cuestión de coherencia con quien depositó la confianza en él, en diciembre de 2011 durante la sesión de investidura.

Espero y confío, que si decide el Gobierno de España pedir el rescate total a la Unión Europea, lo haga previo paso por el Congreso, que allí se debata y que se puedan introducir enmiendas para mejorar el texto, y que al menos busque el consenso con todos los grupos parlamentarios, para dar mayor fuerza a la decisión más difícil de nuestra historia reciente. Quiero pensar, y ojalá esté en lo cierto, que no va a suceder lo mismo que con el rescate financiero, decidido a golpe de decreto-ley en el Consejo de Ministros y debatido en el Bundestag y no en el Congreso español. Si esto ocurriera, estaríamos ante una falta de respeto por completo a las instituciones españolas, de las que emana el poder del pueblo.

Algo parecido ha ocurrido con el nombramiento del presidente de RTVE, que elude el control parlamentario de la Comisión Mixta para el Control de Contenidos en la televisión y en la radio pública. Parece que ya el martes comparecerá, pero junto con otros cinco, de tal forma que el debate queda reducido a una mera ronda de preguntas. El nuevo presidente, señor González-Echenique, deberá explicar el porqué de esos despidos a grandes profesionales, esa remodelación de los servicios informativos y deberá darse cuenta de lo más importante: se debe al parlamento y no al Gobierno, aunque éste haya cambiado el modelo de elección del presidente de la corporación.

En definitiva, es momento de recortar, pero no lo hagamos en derechos de los ciudadanos reconocidos constitucionalmente, pues muchas de las medidas van en esta dirección. De esta crisis no salimos sin democracia, sin demostrar que la palabra es la mejor de las armas, sin volver a prestigiar las instituciones nacionales como vehículos de la expresión popular.

Esperemos que no recortemos en democracia, y que un día no añoremos lo que hoy tenemos, que no cambiemos la famosa afirmación de Rubén Darío, y tengamos que decir: “Parlamento, divino tesoro, te vas para no volver”.