Se aprecia en el conjunto de la Unión Europea un descenso de  matriculaciones en las titulaciones de estas ramas del saber, y se achaca a que no se presentan del todo atractivas en los colegios o a la supuesta falta de salidas profesionales cautivadoras tras cursar estos estudios superiores.

Este fenómeno se ve incrementado en España. España es un país pensado para las letras y para las artes, el impulso a la producción científica se ve considerablemente reducido y más en los tiempos de crisis que corren.

El claro ejemplo es aquel hijo o hija, que al terminar sus estudios le dice a su padre que quiere estudiar Físicas o Químicas. La respuesta clásica sería un “para comerte los mocos, pues no”. Y ciertamente, el padre tampoco va tan mal encaminado, pues la inversión en I+D+i es muy baja en este país y el número de empresas que precisan de estos profesionales es bajo, pero ¿por qué?

Pues la razón fundamental se encuentra en el modelo productivo que ha desarrollado España durante los últimos diez años, un modelo que se basaba en conseguir dinero rápido desde la especulación y la construcción, una burbuja que creció y creció hasta el punto en el que explotó de lo grande que era, y nos trajo la crisis más seria de nuestra historia.

Ahora, parece que nos damos cuenta que esa forma de crecimiento económico no es la ideal, y parece decidida la sociedad española a caminar en aras de encontrar otra forma de generar riqueza. Sin embargo, se plantean modelos basados en el juego de azar y el turismo como alternativa del crecimiento, véase Eurovegas, y se desprecia el potencial humano, de grandes pensadores científicos que se ven obligados a salir de España, y desarrollan sus capacidades fuera, generan conocimiento y riqueza en otros países a los que luego compramos sus productos mucho más caros que si los desarrolláramos en la península.

Decía el literato Menéndez Pidal: “los hechos de la Historia no se repiten, pero el hombre que realiza la Historia es siempre el mismo”. El hombre y la mujer español son hombres de artes y letras; apenas tenemos, exceptuando a Ochoa y a Ramón y Cajal, grandes científicos que hayan dejado huella en las páginas grandes de la historia del conocimiento universal. Sin embargo, España puede presumir de pintores como Velázquez y Goya, de brillantes escritores como Cervantes, Quevedo, Machado, Lorca, Bécquer, Aleixandre, Benavente, JR Jiménez, Delibes y otros muchos que me dejo en el tintero; de filósofos como José Ortega y Gasset, de grandes periodistas e historiadores.

Lo podemos hacer aun más evidente, si nos ceñimos a los muros de la ciudad de Ávila, aquí triunfaron los dos más grandes poetas místicos, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, músicos como Tomas Luis de Victoria, filósofos como Aranguren, historiadores como Sánchez Albornoz, o políticos célebres como Suárez o Rodríguez Sahagún.

Poco podemos presumir en tener entre nosotros, a personas que han marcado el mundo de la ciencia y la tecnología, de Galileo, Newton, Pauling, Heisenberg, Darwin, Watson, Morgan, Mendel, Planck, Einstein… se lo llevan los ingleses y los alemanes.

En ciencia y tecnología, aún nos queda mucho para estar a la altura de los grandes de Europa, pero esto solo sucederá si cambia la mentalidad; si ese padre confía en el porvenir de su hijo con la ciencia, si los mandatarios del país apuestan por el crecimiento basado en generar conocimiento, si se incentiva a las grandes mentes españolas, a permanecer en territorio nacional, en definitiva, si se elimina ese concepto tan arraigado entre nosotros, de que el intelectual, es el que escribe, el que conoce a fondo la cultura clásica y el que domina la historia del arte. Es también intelectual el que inventa, diseña, busca la aplicación práctica de conocimientos, crea tecnología para mejorar la vida de sus conciudadanos, ese también es un intelectual.

Si hay algo que no se debería tocar en estos tiempos, donde parece que debemos ajustarnos el cinturón, sería en las becas y apoyo a los centros de investigación, que buscan patentar para crecer. Sin embargo, la realidad es mucho más triste, el presupuesto estatal se reduce un 25 por ciento (frente a la media del resto de partidas presupuestarias que tiene el 17 por ciento), hay científicos sin contratar, y líneas paradas a la espera de financiación casi milagrosa; y para colmo, la secretaria de Estado de Investigación publicó en Nature que sobran científicos en España, cuando estamos en el puesto 18 de la Unión Europea al respecto.

Con este panorama, solo nos quedará emigrar. Contribuiremos a ese fenómeno tan comentado, pero poco atajado, que tiene hasta una película: ‘Fuga de cerebros’…