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El autodenominado papa Clemente fue el fundador y jefe espiritual de la Iglesia Cristiana Palmariana de los Carmelitas de la Santa Faz, comunidad religiosa desvinculada de la Iglesia Católica. El origen de esta comunidad herética se encuentra en las supuestas apariciones marianas acaecidas por los años sesenta de la pasada centuria en El Palmar de Troya, pedanía del pueblo sevillano de Utrera.
La prensa de la época se hace eco de la accidentada visita del papa Clemente a Alba. El periódico ABC publica la noticia el 18 de mayo de 1982 con estos titulares: 'El ‘papa’ Clemente y varios seguidores, agredidos en Alba de Tormes', 'Habían insultado a Santa Teresa y las madres carmelitas'. Al día siguiente, se publica sobre el mismo suceso, también en ABC, otra noticia que lleva por título: 'Con El Palmar llegó el escándalo a Alba de Tormes'.
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El suceso protagonizado por los religiosos de El Palmar de Troya no sólo quedó registrado en la letra impresa de los periódicos del momento; también dejó una profunda huella en la memoria colectiva del pueblo, como puede apreciarse en el siguiente relato de historia oral recogido por mí el 21 de octubre de 2010 a un paisano de Alba de Tormes, de 64 años de edad:
"¡Ah! Eso…, yo ya no estaba allí en Alba. Yo estaba en Guijuelo entonces y ya no lo sé muy bien. Pero tengo oído…, –yo ya no estaba allí–, tengo oído… Yo se lo he oído contar a un hermano mío, que se halló en este tema, que fue uno de los promo…, fue uno de los promotores de esto. Este… Verás, verás cómo fue.
Este hombre llegó con… El papa Clemente llegó con otros tres o cuatro curas más a enseñar la reli…, a ver allí a Santa Teresa. Entonces, había una misa allí entonces, que iban a misa…, estaban los cuatro…, las cuatro beatas, las cuatro beatas, como iba…, pasa en tos los pueblos. Más de ocho o diez mujeres, -no van a misa por las mañanas-, o doce mujeres y el cura. Y dice la misa y tal.
Y entonces, pues terminó la misa y estaban allí. Llegó una excursión, que allí había siempre excursiones, y entraron a ver lo de Santa Teresa, la reliquia de Santa Teresa.
Y este, pues… Y, ¡claro!, el papa Clemente este dijo que eso nada, que eso así no, que eso era una mentira, que eso era tal, que… que pa`cá, que pa`llá… Que eso… nada, que aquello era falso, que allí de Santa Teresa no había nada, que tal… Que la verdadera Santa Teresa la tenían ellos en Sevilla. Y que aprovechando que estaban allí, que se iban a llevar to lo que había allí pa` con lo suyo.
¡Claro!, la gente que hubo allí, la…, alguna mujer de las que estaba allí salió diciéndolo a la calle:
–¡Oye, que se llevan a Santa Teresa, que tal, que cual…!
Se llegaron, y no veas la que se organizó… Llegaron pa` dentro y, ¡bueno!, prepararon una de aquí te espero. Y se congregó to`l pueblo allí en… ¡Vamos!, en una hora se congregó to`l pueblo. Las voces…, corrieron las voces y todos a una, como, como en Fuenteovejuna. Llegaron allí armaos con todo: con palos, con horcas, con… tal, con hoces, con cuchillos, con navajas, con todo.
Y incluso había unos albañiles recorriendo un tejao, haciendo…, arreglando un tejao, y esos mismos albañiles, las tejas viejas y cosas que tenían por allí y tal, pues en el momento ese, pues cuando salía la gente, las tiraban desde el tejao para darlos a ellos y para, para amedrantarlos, más que para darlos, para amedrantarlos.
Y, ¡claro!, todo eso pasó, se montaron en el coche, ya llegaron abajo:
–¡Que si se la llevan! ¡Que si no se la llevan! ¡Que no se la llevan!
¡Pum! Los bajaron del coche. Unos decían que se la llevaban, otros que no… Los barullos que hay en esas, en esas cosas.
Y los bajaron del coche, cogieron el coche y le tiraron al río. Entre unos pocos cogieron el coche allí, le dieron la vuelta al muro y, ¡buh!, pa`l río. Y menos mal que bajaron al papa Clemente, si no… Tuvo que ir una…, un autocar de antidisturbios de aquí de Salamanca. Se preparó una pero, pero, pero gorda… ¡Sí, sí, sí!
¡Claro! Él armó… Él se pensó que aquello no tenía importancia. Y, ¡claro!, tenía mucha, mucha porque, además, allí los, los…, rápido los, los trincaron ipso facto. Se preparó un cisco de la leche. Y el tío porque se bajó del coche… Si no se baja del coche, va el coche y to con él al río. El coche no cayó al río, cayó allí fuera de…, a la orilla del río. Pero, ¡claro!, el coche quedó esbaratao…, hecho polvo".
El motivo de la venganza colectiva, tal como aparece en el extenso y detallado testimonio del informante, además de tener raíces viejísimas, cuenta con venerables paralelos registrados en la tradición literaria española, tales como 'Fuenteovejuna' de Lope o la 'Raquel' de Vicente García de la Huerta, entre otros. De la tragedia de García de la Huerta, reproduzco a continuación las últimas palabras que, antes de morir, dirige la judía Raquel a Alfonso VIII, pues en ellas encontramos el motivo de la acción justiciera popular como restauradora del orden tradicional:
Sí; yo muero; tu amor es mi delito;
la plebe, quien le juzga y le condena (1).
A lo largo de toda la geografía hispánica, se han documentado abundantes paralelos sobre “ajustes de cuentas” más o menos cruentos con aquellos forasteros que transgreden los usos y costumbres vigentes en una comunidad determinada. Dadas las limitaciones de espacio del presente artículo, tan sólo traeré a colación, a modo de broche final, un breve etnotexto referido a una vieja práctica consuetudinaria muy extendida antaño en las sociedades rurales y que comparte con el relato del papa Clemente el final pasado por agua (río-pilón, vehículo-forastero):
Si no, te cogían y te tiraban al pilón. Y como en todos los pueblos estaban las fuentes, donde corría la fuente había unos pilones grandes. Y esos estaban llenos de agua siempre pa` beber las caballerías cuando bebían. Y si no pagabas la costumbre, te cogían los mozos y te, y te tiraban al pilón, ¡je, je, je! Eso es cuando eras mozo, que te pedían la costumbre cuando te echabas novia […]. Y… luego, después, y después de casao, te la pedían otra vez. Que eso ya se ha quitao (2).
Respecto a estas prácticas “justicieras” populares, podríamos aducir un corpus mucho más nutrido de correspondencias y paralelos documentados no sólo dentro del ámbito hispánico, sino también en otras latitudes, culturas y tradiciones literarias. Baste por ahora este rápido recorrido por la memoria oral (o intrahistórica) de nuestros pueblos.
(1) Vicente García de la Huerta: Raquel. Edición de René Andioc (Madrid: Editorial Castalia, 1987), Jornada III, vv. 697-698.
(2) Esta versión fue registrada por mí en Fontiveros (Ávila) el 26 de abril de 2009 a José Sánchez Gómez, natural de Fuentes de Año (Ávila) y de 76 años de edad.
Disfruta de la fruta
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Alondra armuňesa | Domingo, 26 de Julio de 2015 a las 17:14:52 horas
Pues a mí los quintos de Tejerina me tiraron al pilón, ¡jajaja! Es un excelente artículo, muy curioso. Además me gusta la comparativa con Lope de Vega y García de la Huerta.
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