Miles de personas inundaron el mercado medieval, expandido en esta ocasión hasta la plaza de Santa Teresa y la calle San Segundo.

La densidad de personas ha parecido menor que en otras ocasiones en calles y plazas del tradicional del mercado, compensado por la toma por los peatones de la calle San Segundo y el Mercado Grande, que vio una importancia afluencia de gente tanto el sábado por la tarde como todo el domingo.

Pasacalles -con menos integrantes que otras ocasiones-, músicos, cómicos y declamadores camparon a sus anchas entre decenas de puestos y puestos: desde todo tipo de artesanos -en madera, barro o plata-, a herrero, pintores, panaderos, pasteleros o pizzeros medievales, pasando por quienes ofrecían la suerte, hacían coletas con cuero o expendían plantas medicinales. Así hasta 220, en la variedad está el gusto.

Cristianos, judíos, árabes… cada uno en su barrio, y los portugueses en el nuevo barrio de la plaza de Santa Teresa y, entre medias, también paso de la procesión de Nuestra Señora de la Cabeza, quien tras visitar la ermita de Las Vacas, regresó a su templo.

Las exhibiciones de cetrería han llamado la atención con águilas volando de acá para allá, pero también el torneo con armas medievales protagonizado por gente del público o el espectáculo de fuego, casi al final, poco antes de que el telón echase el cierre al mercado.

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