Es uno de los testimonios de 'Caleidoscopio', un encuentro que en el Episcopio reunió a nuevos abulenses, como Myrna Torbay que, libanesa y venezolana, se siente de la ciudad tras cinco años en ella.

Carmelita seglar, vino al Centro Internacional de Estudios Místicos a cursar un máster, y luego siguió "profundizando en Santa Teresa y San Juan de la Cruz" y se quedó "ayudando en la actividad del Cites.

"La acogida en la ciudad es espectacular", asegura, y pone de manifiesto que "para los carmelitas Ávila es una referencia con la que todo el mundo sueña".

También en el Cites reside el polaco Jerzy Nawojowski. Ocho años en la ciudad, siete desde la última vez que llegó: en 1998 estuvo dos meses para aprender español, y en 2002 regresó a un curso de especialización en teología en Ávila y Madrid.

Y desde 2008 vive en la ciudad. Se ruboriza al ser denominado como abulense: "me sobrepasa, nunca lo pensé, pero sí es así, soy feliz". No ahorra palabras para alabar la "riqueza" de la ciudad y el legado "impresionante" de los místicos.

Llegó a España hace una década para ampliar conocimientos estudiar un postgrado y un máster, y lograr "un enriquecimiento constante". "Y dentro de esa búsqueda -relata- encontré un rinconcito elegante y precioso".

Natural de la República Dominicana, Guillermo Enríquez reconoce que tuvo que esforzarse: "Ávila cuesta en un principio, pero después de romper una actitud que hay de muralla ya es diferente".

"No admito que me lo pregunten, soy abulense, y -afirma- defiendo Ávila que es parte de mí y yo de ella".