Eran adivinas que profetizaban el destino de todos cuántos a ellas acudían, bien fueran ciudades, reyes, o particulares. Tomaban el apellido de su lugar de procedencia, siendo las más famosas la de Delfos y la de Cumea. Cuenta la leyenda que la primera Sibila conocida, la de Delfos, se subía a una roca y, en forma de verso cantaba sus profecías. Lo más característico de sus respuestas era una ambigüedad que a veces se prestaba a confusiones, como le ocurrió a Edipo, a quien La Sibila le profetizó que mataría a su padre y se casaría con su madre, pero… no le reveló quienes eran éstos en realidad.

Juan Carlos Monedero debe de haber consultado a la Sibila de la Complutense por su destino y el de Podemos. Y solo él -y como mucho Pablo Iglesias- sabía que destino le había  profetizado. Pero nos podemos imaginar el mismo tras su dimisión y las palabras que justificaban la misma. Más o menos, la Sibila de la Universidad Complutense le debió de decir aquello que la Sibila de Delfos le dijo a un joven que acudió a verla pocas horas antes de incorporarse a su destino en el campo de batalla: “Irás, volverás, no morirás en la guerra”, fue la respuesta que obtuvo el joven. Pero el soldado murió en combate, y los atribulados familiares exigieron una explicación a la adivina por no haberle contado la verdad de  su destino final. La explicación que les dio Sibila no dejó lugar a dudas: “el soldado me entendió mal, realmente lo que le dije fue: irás, volverás no, morirás en la guerra".

La guerra real aún no ha empezado en Podemos, tan solo han aparecido las primeras disputas, y en ellas, uno de los fundadores e ideólogos de la formación ha decidido desertar por incompatibilidades estratégicas. El debate en los foros, en las redes, ha dado paso a las disputas. La maquinaria se ha engrasado para ir a la guerra electoral, pero en ésta no vale todo. Sacrificar principios ideológicos por tactismo, cuando todos los dirigentes nacionales tienen un pasado que no pueden ocultar, puede haber sido un error de fondo, y el principio de una guerra interna. Un día en política es un año, y un año una eternidad. Por mucho que la Sibila de la Complutense les diera motivos reales para creer en la victoria real, sólo han podido conseguir una victoria moral, pero la victoria moral no da el poder que se necesita para implantar un nuevo modelo social y económico. En la selva, los depredadores evolucionan a la par que sus presas, y en la naturaleza humana ocurre exactamente lo mismo.

Las Sibilas de la Antigüedad se jugaban la vida si no acertaban en sus profecías, eso hacía que utilizaran la ambigüedad como escudo protector, pero en la política de hoy, la ambigüedad, el no posicionarse con claridad ante temas candentes, de calado para todos, se paga en las urnas. Podemos está tocado, pero no hundido. Los nuevos triunfadores morales (Ciudadanos) aupados también por el Sistema y las terminales mediáticas, les han robado el discurso, pero dan argumentos y soluciones -gusten o no gusten- a los problemas reales de la gente.  Ahora le toca a Pablo Iglesias desnudarse.

Las Sibilas de Génova y Ferraz están con fiebre alta y de momento no pueden profetizar su destino. Se abrigan con mantas, cuidando que nadie tire de ellas, no vaya a ser que se descubran un poco y la gripe acabe en neumonía.