Desde la perspectiva bíblica, Secundino Castro, recientemente jubilado como profesor de Biblia y Espiritualidad de la Universidad de Comillas, ha puesto de manifiesto “los paralelismos entre la Historia de la Salvación narrada en la Sagrada Escritura, y la Historia de Salvación que Teresa reconoce en el proceso de sus fundaciones”.

“Desde el ‘sal de tu tierra’ de Abraham, hasta el camino del éxodo del pueblo de Israel; la ‘promesa’ que Dios hace al pueblo y que hace a Teresa en cada fundación”, ha indicado.

Maximiliano Herráiz, que actualmente trabaja en África, ha ofrecido la ponencia ‘Todos somos hábiles para amar: la oración en Fundaciones’, en la que ha destacado “el verdadero sentido de la oración en Teresa”. “Para Teresa -ha dicho- orar es amar, algo de lo que todos somos capaces y que rescata el sentido más evangélico de la auténtica relación con Dios”.

Según Herráiz, “la necesidad de superar el dualismo acción-contemplación fue una de sus grandes luchas de Teresa, que termina concluyendo que lo verdaderamente importante es ‘amar’, y el efecto del amar es el servir. Es ahí donde la oración es auténtica, es ahí donde la acción es eficaz. Por eso orar no será solo recluirse en la soledad y el silencio, sino amar en toda circunstancia. Dios es amor y la comunión con Él se realiza en el amar efectivo en el prójimo, sin olvidar que la amistad necesita, también, de momentos y espacios de intimidad”.

Por otra parte, José Vicente Rodríguez centró la mirada en la relación entre Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, y apuntó que si bien el de Fontiveros fue “central” en la vida de Teresa y en la fundación de los frailes, “también lo fue en la expansión de los conventos de las monjas, como fue el caso de la fundación de Granada, a la par que Teresa fundaba en Burgos”.

La jornada del jueves en el congreso teresiano también contó con un viaje a la localidad vallisoletana de Medina del Campo, destino elegido por ser la primera fundación fuera de Ávila y la primera que narra en el ‘Libro de las Fundaciones’, y por ser el lugar donde los místicos abulenses se conocieron, planeando la fundación del primer convento de los frailes, que se haría provisionalmente en Duruelo.