Ávila y sus pueblos viven en verano un verdadero espejismo de vitalidad asombrosa, renacidos en escenarios teatrales como un balcón de las apariencias explotan bulliciosamente por unos días para volver a dormirse en una larga hibernación que llegará después de agosto. En ellos se suceden fiestas y actividades socioculturales de lo más diverso, donde se mezclan oficios religiosos, procesiones patronales, música, toros, verbenas, exposiciones artísticas, pintura y fotografía, artesanías, competiciones deportivas, teatro, cine, ferias, mercados medievales y fiestas celtas, juegos infantiles y variados espectáculos, entre otras manifestaciones públicas en las que las gentes se ocupan con el afán por sentirse vivos, ellos y su tierra. Tanta actividad requiere la intervención de numerosos ponentes, artistas, músicos, actores, monitores, fervorosos cofrades, vecinos comprometidos, peñas de festejos, desprendidos voluntarios, asalariados municipales, interesados regidores, etc., sin olvidar al público ocioso y expectante ávido de entretenimiento y diversión, y sin pensar cómo los exiguos presupuestos llegan para tanto, si es que llegan. Parece como si solo nos quedara el verano para sentirnos útiles o reivindicarnos en una identidad común, y algo de cierto hay en ello.

Por otro lado, pero siguiendo en agosto,  Caja Ávila renueva sus órganos de gobierno, mientras cientos de “damnificados” por inversiones engañosas en “participaciones preferentes” se agrupan frente a la sede central y se manifiestan periódicamente desesperados en el Mercado Grande, lo mismo que los funcionarios protestan todos los viernes vestidos de negro contra los gobernantes que los quieren convertir en chivos expiatorios de su incompetencia, cosa que ni siquiera tienen fuerzas para hacer los parados sin prestaciones ante sucesivos anuncios de recortes. Y en agosto, con igual impotencia, son desalojados los vecinos de Palacios de Becedas rodeados por el terrible incendio iniciado en la serranía de Gredos.

También en verano, las puertas de iglesias y humilladeros de la capital aparecen diariamente empapeladas de necrológicas, y entre las más publicitadas figuran la de uno de sus curas más ilustres y bien conocido en El Raso, Jesús Jiménez Bustos (23 de julio), el jugador y presidente del equipo local de fútbol Agustín Sánchez González (19 agosto), y quien ocupara el cargo de gobernador en tiempos migratorios y de abandono del campo por la ciudad, José Antonio Vaca de Osma (20 de agosto). Al mismo tiempo, la ciudad homenajea a Santa Teresa en el 450 centenario de su primera fundación del convento de San José con presencia relicaria de uno de sus pies de andariega traído desde Roma, y el pueblo de Langa recuerda a uno de sus paisanos más ilustres, el sacerdote, profesor y poeta Jacinto Herrero Esteban, lo mismo que hizo Gotarrendura con sus párrocos del último siglo, localidad que enseña el museo de López Berrón y el palomar de Santa Teresa. Es lo que tiene el verano, que también se presta a homenajes, como hicieron hace años en Pajares de Adaja a los asesinados durante la guerra civil a manos de los sublevados, o en El Oso a sus alcaldes, maestros y cooperantes, por ejemplo. Ante ello, uno no sabe si finalmente se logra aprender y poner en práctica algo del personaje homenajeado.

El verano es una buena oportunidad para la presentación de libros de la historia local, conocimiento tan demandado por los lugareños, tal y como se ha hecho en esta ocasión en Santo Domingo de las Posadas y Las Navas del Marqués. Es como si con ello se quisiera suplir una carencia identitaria histórica y cultural que parece asolarnos. Por nuestra parte,  coincidiendo con la festividad de San Roque, presentamos en el Museo de Ávila el libro 'La Casa C de la Mesa de Miranda de Chamartín', escrito por Juan Pablo López sobre la arqueología de la arquitectura en el mundo vettón, y allí comprobamos que el numeroso público asistente tenía verdaderas ganas de saber y conocer la cultura y formas de vida de los antiguos pobladores de esta tierra.

A finales de julio, estuvimos en Narros del Castillo, donde tiene lugar uno de los mejores exponentes de los veranos culturales que proliferan en época estival en nuestros pueblos, y allí inauguramos el ambicioso programa de actividades titulado “Al sol que más calienta” y hablamos de la música popular abulense que cantó Clara Álvarez Camarero, la misma que interpretó el grupo Cigarra en el Episcopio de Ávila. Al tiempo, comprobamos que la música tradicional de dulzaina y tamboril es la protagonista de procesiones, romerías, pasacalles y festivales como los de Ávila, Aldea del Rey, Navadijos o Vega de Santa María, en cuya localidad presentamos la primera edición del festival hace un par de años. En claro contraste, el Ecopop o el certamen de flamenco de Candeleda, o los cursos internacionales de guitarra “Áureo Herrero” en El Barraco, o de clarinete “Julián Menéndez” en Ávila, capital en la que también se celebra el festival de música “abulensis” dedicado a la figura de Tomás Luís de Victoria, después de un apretado programa llevado a cabo en el Episcopio, donde igualmente han recitado poesía la mingorriana Nieves Álvarez Martín entorno a la fotografía de Miguel Ángel García y la música de Jesús Gutiérrez, además otros jóvenes y consagrados poetas abulenses.

Paseamos en Ávila con Unamuno en un bello espectáculo de danza ofrecido por el grupo Arsmovendi de la Universidad de Salamanca con bailarines de Ávila y de la capital del Tormes. Sin embargo, este año no se ha podido disfrutar del teatro que hace el grupo Jufran, pues la crisis ha propiciado que solo haya sido contratado para única actuación que tuvo lugar en El Barco de Ávila. En Ávila, las visitas teatralizadas de la muralla ilustran dramáticamente el monumento, lo mismo que de ello se sirvieron la vuelta ciclista a la ciudad y la marcha hípica cultural que discurre por el casco antiguo.

Finalmente, y como era típico del verano, el campo conquista actuales formas de vida urbanas en antiguas exhibiciones de faenas agrícolas de trilla como han recreado en esta ocasión  Muñogalindo y Casavieja, y en años anteriores Mingorría y San Martín de la Vega del Alberche, en una clara actividad didáctica de viejos usos y costumbres que sólo los más mayores sufrieron en sus carnes y que todavía son parte de  la memoria viva que es necesario reivindicar.

Y después de todo, el espejismo del mes de agosto quizás sirva para aprender que la vida continúa aceleradamente hacia un futuro incierto, o no.