Las inocentes vaquillas se sorprendieron de la cantidad de gente que las intentaba torear. Eso sí, más al final que al principio, cuando el animal ya estaba cansado, y hacían sacar una carcajada al público cuando algún valiente mozo se acercaba más de la cuenta y se llevaba su correspondiente revolcón.

El coso taurino vio por un día a algunos toreros desempolvar sus capotes de niño y hacer de José Tomás por un momento, aunque también se contó con la presencia de cuatro recortadores que, con alguna acrobacia y unos buenos recortes, lograron arrancar los aplausos de público.