Del Viernes, 26 de Septiembre de 2025 al Domingo, 28 de Septiembre de 2025
Información, libertad e Internet
Hace casi setenta años, Georges Orwell aventuró que la tecnología de la información oprimiría aún más a los individuos. Él fue quien, en su obra titulada 1984, dijo que el Gran Hermano (el ojo que todo lo ve) entraría en nuestras vidas para tenernos aún más vigilados. El escritor inglés, de origen indio, no conoció el poder mediático de los grandes medios de comunicación de masas, como la televisión, y mucho menos Internet, pero su aserto recobra hoy más actualidad que nunca.
El mundo que describía Orwell era un mundo de totalitarismos ideológicos que todo lo controlaban, desde la información hasta la historia, que era manipulada. La clave estaba en que los ciudadanos no pensaran, ya se lo daban pensado los líderes. Imponer el miedo, el terror, manipular los hechos, las ideas y todo cuanto la propaganda entendiera que era bueno para el régimen, era la forma en que las sociedades totalitarias sufrían al Gran Hermano.
El mundo de hoy es todo lo contrario desde el punto de vista político, pero sospecho que estamos aún más vigilados y manipulados que los ciudadanos “sin habla” de la Alemania de Hitler, la España de Franco, la Italia de Mussolini, el Portugal de Somoza, o la Rusia de Stalin.
Al amparo de las democracias de la segunda mitad del siglo XX, los medios de información y comunicación han transformado el mundo y la sociedad, y al paso que marcaba la tecnología, la libertad de prensa, de opinión, e información, se ha visto comprometida por los intereses de las grandes corporaciones que sustentan a los distintos medios informativos. Intereses comerciales, en connivencia con intereses políticos y financieros, han creado un nuevo modo de ejercer dicha libertad. La oferta informativa traspasa todos los límites de espacio y tiempo, y eso ha hecho de nosotros personas adictas a la inmediatez.
Hoy, los grandes grupos financieros que están detrás de los diferentes medios de comunicación, son los verdaderos creadores de opinión, y son los auténticos hacedores de votos de los partidos políticos a los que apoyan. La libertad de elección por parte de los ciudadanos, no es más que una forma de dirigirnos, porque como humanos que somos solo oiremos, veremos, y leeremos, aquello que se ajusta a nuestras ideas e intereses personales.
En contra de lo que se pensaba, Internet y sus redes sociales están siendo un vehículo más para seguir la senda trazada. La interconexión, la globalización, y la información, están construidas para favorecer a los grupos de poder que todo lo ven, y todo lo controlan. Crear adicción, y ya hay millones de adictos a la nueva era digital, es lo que más conviene a los poderosos que mueven el mundo. En pleno año 2014, Internet y sus redes sociales, han conseguido que el móvil de última generación sea ya un apéndice más de nuestro cuerpo y, lo que es peor, de nuestra mente. La era digital y sus dispositivos táctiles, han pasado de ser una herramienta fundamental para el progreso y el bienestar, a ser una poderosa arma con la que controlarnos.
El nuevo mundo de la era digital se puede convertir en bueno, malo o pésimo, en función de los intereses que manejan los que dirigen esta nueva aldea global en que se ha convertido la sociedad de nuestro tiempo. De nosotros depende el uso que hagamos de las nuevas herramientas digitales; las podemos usar para mejorar nuestras vidas, o podemos usarlas para estar permanentemente dependiendo de ellas.
Google se ha convertido en el mayor imperio del conocimiento, y Wikipedia en la enciclopedia más consultada por los ciudadanos. No hay que hacer ningún esfuerzo intelectual para buscar, para aprender o para consultar. Basta un simple click con el dedo para tener toda la información al momento. La sociedad de hoy es la heredera de las de entonces, y creer que ya lo sabemos todo, porque para eso está Google, nos convierte en masa, justo lo que los poderosos hombres que mueven los hilos del planeta pretenden. Nunca fueron justas las sociedades, y menos que nunca lo está siendo la actual, una sociedad que tiene en sus manos herramientas que han hecho que el límite espacio-tiempo haya desaparecido. Ya no hay un rincón del mundo que esté aislado, la aldea global es una realidad, pero como dijo Orson Welles: “en el mundo mandan cinco mil, los demás somos marionetas del gran teatro universal”.
La adicción que está generando la red de redes, y el modo en que la información nos bombardea, está creando hombres y mujeres dependientes del último WatshApp o notificación de nuestro muro. El bienestar individual y social, es lo que siempre ha perseguido el hombre como ideal, y la libertad, que debiera ser básica para lograr el mayor bienestar posible, está siendo comprometida por la dependencia virtual.
Tanto es así, que los periódicos escritos (en bancarrota la gran mayoría) están haciendo esfuerzos ímprobos para que sus cabeceras sean también líderes en las visitas a la red. Saben que los nuevos tiempos, y los grandes beneficios, pasan por situarse en la red de redes. Todos quieren posicionarse, y algunos lo lograrán, para seguir cumpliendo el objetivo de los que mandan: ser los vehículos que lleven al poder a quien conviene, en función de intereses comerciales, económicos y políticos, y para ello necesitan tener a millones de adictos que desde que se levantan hasta que se acuestan, no paran de teclear en las pequeñas pantallas táctiles de los últimos smartphone.
Ellos, que no sé quiénes son, pero sí quiénes les representan, están encantados con los nuevos tiempos: saben lo que tenemos, lo que no tenemos, lo que debemos, lo que compramos, lo que vendemos, lo que leemos, lo que vemos, lo que decimos, los grupos a los que pertenecemos, y por saber, ya saben hasta lo que sentimos y pensamos. Nos dejan explayarnos en nuestra red social, nos dejan manifestarnos apoyando cualquier causa social, pero esa es la manera que tienen hoy de controlarnos. Estamos oprimidos, cerrados en nuestra red junto a amigos que piensan como nosotros, y al final solo tendremos las ideas que nos prestan, las nuestras estarán condicionadas por la nueva realidad que hoy nos envuelve.
Son tiempos de cambio, de cambios profundos en lo que al bienestar del estado se refiere. En el primer decenio del siglo XXI hemos vivido con altas cuotas de bienestar, pero en poco tiempo, millones de ciudadanos han visto cómo sus vidas han sufrido una regresión importante, hasta el punto de que muchas familias no pueden poner la calefacción, o pagar el recibo de la luz, y esta recesión vital no ha impedido que muchos sigan conservando su conexión a internet o el último smartphone con conexión 3G. Preferimos pasar calamidades a desprendernos de la realidad virtual en la que vivimos.
Toda generalización acarrea injusticia, y tratar a todos por igual lo es, pero invitar a la reflexión hace que hable de situaciones extremas, pero que por desgracia son habituales en el día a día de todos nosotros. Aunque los gobernantes quieran adjetivar la pobreza, la realidad es una: la pobreza se ha instalado en muchos hogares españoles, pero la conexión a la red y tener una cuenta registrada en cualquier red social es la única verdad de millones de personas, pero parangonando al emperador Adriano, en el libro de Marguerite Yourcenar: “La verdad no está en las redes, porque no cabe entera en un tarjeta sim de no sé cuántas gigas”
Setenta años después, Orwell tiene razón: “la tecnología de la información está oprimiendo aún más a los individuos”. Si la libertad reside en poder participar, a través de las redes sociales, en cualquier asunto social, político, o cívico, tenemos que ponernos a reflexionar, porque ahí reside la oportunidad de unos pocos, para poder manipular a muchos. Todos necesitamos afecto, compartir ideas, opiniones, y las nuevas tecnologías ayudan en un primer momento a aumentar nuestra autoestima, pero en poco tiempo acabaremos, sin darnos cuenta, siendo las ovejas de 'Rebelión en la granja'.
Puede que llegue un momento donde Internet se colapse, o puede que “ellos” decidan desacelerar el avance tecnológico por intereses que se me escapan, y si llega ese día, millones de personas tendremos que enfrentarnos a una vida donde la libertad individual y social, así como la información, y la opinión, se verán comprometidas. No sabremos ejercerla sin nuestro smartphone, y la pluralidad informativa, la libertad que nos proporciona la red de redes, y la adicción que generan los nuevos dispositivos móviles, nos comprometen como individuos, ya que desorganizan nuestro pensamiento y personalidad. Sin el consabido “me gusta” no nos creeremos a nosotros mismos.
Un nuevo tipo de libertad ha aparecido para llenar nuestras vidas; la libertad virtual. Las tareas y esfuerzos que requiere pensar, leer, o documentarse, ya no nos merece la pena. Todo lo tenemos con un solo click de nuestro dedo. Siempre entendí que la formación y el conocimiento hacían más libres a las personas, pero eso siempre requiere esfuerzo, y esfuerzo es lo que nos evita tener en nuestras manos un poderoso buscador llamado Google. Las mayorías siempre ganan, pero eso no significa que tengan razón, y la mayoría de ciudadanos vemos como las redes e internet han cambiado nuestra percepción de la libertad y de la información.Ahora tenemos un vehículo para expresar nuestras ideas, compartirlas, publicarlas, y por supuesto eso nos hace sentirnos aún más “libres”.
La libertad y el derecho a la información han sido las premisas de las democracias de la segunda mitad del siglo XX, pero nunca tuvieron a su alcance una herramienta como Internet, una herramienta que ha cambiado el modo y manera en que podemos ejercer nuestra libertad. Esto, que en un primer momento desconcertó a los gobiernos, ha hecho que tengamos una sociedad muy viva, participativa, y sobre todo informada, justo lo que no quiere ninguna clase dirigente por muy democrática que sea. El poder se ejerce por algo, y el poder quiere siempre tener controlados todos los parámetros que pueda, e Internet desbordó su control. Algo había que hacer, y la solución vino por sí sola, y por intereses económicos y comerciales: crear adictos. Ya lo han conseguido. Somos la sociedad más informada de la historia, la más libre para expresar nuestras opiniones, compartirlas y difundirlas, pero también somos la sociedad más oprimida, al estar dependiendo de un dispositivo que se ha convertido en un apéndice más de nuestro cuerpo y de nuestra mente.
Antes dije que tratar a todos por igual me parece injusto, ¿pero cómo explicar las cosas para intentar hacer reflexionar a unos pocos?. Todo lo bueno que tiene Internet, y es mucho, puede acabar convirtiéndose en nocivo, e igual necesitamos parar un momento para mirarnos hacia dentro, y no a través de una pantalla de cinco pulgadas.
Hoy, Internet y sus redes sociales son el vehículo al que subimos “libremente” para relacionarnos con cualquiera que esté al otro lado del mundo, para comunicarnos, para felicitarnos y para dar nuestro apoyo a cualquier causa que sea de nuestro agrado. Quién no está registrado a una red social no es nadie, no existe, pero a la larga, estar viviendo en función de una realidad virtual, ha hecho de nosotros individuos adictos, y la adicción es una de las formas que ayudan a ser hombres y mujeres oprimidos.
El Gran Hermano, el ojo que todo lo ve, ya ha llegado a nuestras vidas para vigilarnos y controlarnos, y ese término orweliano no es otra cosa que la red de redes, que junto a las leyes que nos controlan, han cerrado el círculo y ya no hay ni un solo rincón de nosotros que sea opaco para “ellos”. El mundo cambia a velocidades de vértigo, y las redes sociales nos permiten interactuar, compartir y difundir ideas que pueden multiplicarse en pocos minutos de forma geométrica. Ya hay formaciones políticas que han entendido que a través de las redes sociales pueden captar cientos de miles de votos, y cuando nos hacen partícipes de sus propuestas políticas y sociales, dejándonos opinar e interactuar con ellos, en el fondo nos están utilizando para captarnos. Una herramienta que en principio nos debería hacer más libres, acabará convirtiéndose en el vehículo en el que viajamos, pero conducido por otros. Entre unos y otros están haciendo de nosotros individuos esclavizados por una tecnología que está cambiando el mundo, y nuestra libertad individual se verá comprometida por la necesidad de estar permanentemente conectados.
Libertad es una de las palabras más bonitas de nuestro diccionario, y ejercerla es un derecho inalienable que consagran todas las constituciones democráticas y la declaración de los derechos humanos, pero nunca seremos libres si las ideas nos vienen prestadas por intereses que se escapan a nuestra comprensión.
lectorrr | Lunes, 07 de Julio de 2014 a las 10:41:49 horas
Lo bueno, cortito, dos veces bueno. Todo ello se puede escribir en la mitad de las palabras
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