El autor lo ha definido en un género que define como “biografías ficticias”, aunque tiene difícil definición: “mezcla bastantes hechos eruditos y otros ficticios”, contó el martes en el Episcopio.
Ganadero, garrochista, profesor de Literatura y crítico de arte, Llorca sitúa al poeta y samurái Otomono Yakamochi en Piedrahíta en 1749, pero también en otras localidades de la provincia, adonde llega huyendo de la última revuelta del Shogunato Tokugawa.

¿Qué pinta el samurái con su estética oriental en las montañas abulenses? “Todo se me ocurrió a raíz de un conocido artista conceptual japonés que vino a Ávila a refugiarse para producir obra secreta, sólo para él. Me fascinó la idea” y a partir de ahí surgió ‘Literatura japonesa en Ávila’, que contiene fotografías de Ángeles San José.

Y en la obra “hay personajes reales y ficticios en distintos pueblos” en una tierra, la abulense, que dice conocer -y en especial las referencias a la trashumancia- y que le encanta, y por la que pasa habitualmente porque vive a caballo entre Madrid y Salamanca.

“Los personales no son del todo completamente ficticios, algunos son reales de la historia de la literatura de Japón y otros son artistas reales pero no con sus nombres reales que he cambiado a mí gusto”, señala el autor, que ha publicado algún poemario y que prepara una “obra geografía literaria”.