-Vamos por la autopista y dentro de poco pasaremos por un pueblo que se llama Tordesillas. ¿Nos quedamos aquí? -me preguntaron.

-Tordesillas es el sitio ese donde matan al toro de la vega -les informé.

-¿El pueblo donde una panda de ilustrados acosa a un toro pinchándole hasta que lo asesinan?

-Exacto. Ahí no paréis -les recomendé-; es más, nadie debería gastarse allí ni un solo céntimo. Seguid más adelante.

No son los únicos que detestan respirar el mismo aire que el de los linchadores. Conozco a gente que, a pesar de llevar encendida la luz de la reserva del carburante, prefieren conducir hasta la siguiente gasolinera con tal de no dejar en Tordesillas unos cuartos. Es lo que tiene el haberse ganado la justificada repulsa de toda la nación. En su marasmo de luces o entendederas, ellos conjeturan que apedreando a las cámaras de televisión que van a recoger el testimonio de la barbarie se acaba con la mala imagen del pueblo, y de esta forma la opinión pública sólo se quedará con la eufemística versión de que aquello es un ‘torneo’. Un ‘torneo’ en el que vale, incluso, desnucar a un toro a golpes de destornillador (así acabaron con la vida de Afligido, en septiembre de 2011). Existe también una minoría de tordesillanos que es contraria a lo que allí sucede  en el noveno mes del año, pero es prácticamente clandestina dadas las amenazas y daños sufridos por algunos de sus componentes.

El martes, 17 de septiembre, un residuo de la peor faz de España, delirando en su propia entidad de turba garrula, asesinó a Vulcano. La última víctima de esta espuria hazaña sin honor que ahonda en el envilecimiento y la gangrena moral de quien lo practica, lo financia, lo autoriza o lo protege desde una inicua y pestilente legislación que desacredita aún más a cualquier cámara parlamentaria. La de la taifa de turno y la nacional, por omisión o por ser incluso corifeos de lo execrable.

Por eso, la gran manifestación del día 14 en Madrid contra la infamia en Tordesillas tenía fijadas en su recorrido paradas ante las sedes del PP (calle Génova) y PSOE (calle Ferraz). Para que las castas orejas no se alteren, omitiré reproducir las voces que allí pudieron oírse. ¿Pero porqué la indignación era tan alta con el PPSOE?

No hace demasiados años, las manifestaciones en defensa de los animales apenas reunían a medio millar de participantes, pero todas ellas han ido acrecentando su capacidad de convocatoria hasta convertirse en la riada de ese sábado, víspera del asesinato de Vulcano. Muchas camisetas del Partido Animalista Contra el Maltrato Animal (PACMA), promotor de la manifestación en la que estaban bien presentes organizaciones de activistas como Igualdad Animal, ÁnimaNaturalis, Amnistía Animal, Liberación y un gran número de asociaciones protectoras. Y muchos rostros conocidos de la cultura, el periodismo y la profesión veterinaria. En un determinado momento quise conocer la magnitud de aquella ola de indignación y pude comprobar que se extendía desde la Glorieta de Ruiz Giménez, toda calle Alberto Aguilera y también la casi totalidad de Marqués de Urquijo.

Volviendo a la pregunta que ha quedado sin contestar (¿por qué la indignación era tan alta con el PPSOE?), he de referirme a lo que ya muchos saben: el alcalde de Tordesillas, ese prohombre del progreso, es del PSOE, y la normativa que ampara y protege la aberración ha sido entusiásticamente apoyada por el PP y su Junta de Castilla y León. Había por tanto motivos para esas paraditas ante las dos sedes, cómplices y responsables de lo que ocurriría en Tordesillas tres días después. El PSOE, desnaturalizado ya de su identidad política desde finales de los años 70, prefiere reconvertirse en analfabeto antes que leer lo que escribió Pablo Iglesias: “Nadie puede estar en las filas de la izquierda si está a favor del maltrato de los animales”. Y del PP, qué decir sobre esta cuestión que no abunde más en lo constatado: la clásica derecha que halaga a lo más cerril, ágrafo y reaccionario del electorado creyendo que ese filón de votos le mantendrá siempre en las poltronas de taifas como la de Castilla y León, subvencionando con el dinero de nuestros impuestos escuelas taurinas, corridas y todo ese cotarro en decadencia imparable.

Aunque la responsabilidad es toda del PPSOE, no sería justo silenciar que también ha contado con la complicidad de los mariachis de UPyD. Aún la dirección de este partido no ha desautorizado o ni tan siquiera se ha desmarcado de ese miembro de su cuadro regional, un muchacho que al parecer es profesor –pásmense- de ética periodística en una universidad privada de Valladolid. El individuo de referencia ha ejercido de portavoz del grupito de diez que redactó un manifiesto a favor del alanceamiento y consecuente cruel y sangriento final del desdichado toro. Las manifestaciones del ético portavoz han sido de este jaez: lo que allí sucede “saca lo mejor del ser humano”. Después de esta perla, no es caer en el exceso replantearse la matrícula en un centro con un docente así.

Obviamente, en el polo opuesto del muchacho de la universidad privada Miguel de Cervantes, podemos encontrar numerosos intelectuales contemporáneos como el abulense José Jiménez Lozano, escritor y antiguo director de El Norte de Castilla, que en su día se adhirió a la campaña ‘Rompe una lanza’ contra la barbarie y la incultura de ese acto indefendible.

Y la Iglesia Católica, a todo esto, qué dice. Continúa en su resbaladiza pendiente hacia la nada, siempre obsesionada por los asuntos del sexo pero igual de contradictoria e incoherente en la cuestión relativa a los animales, prestando su rancio boato y santoral para que sirvan de adorno a la sangrienta vesania de Tordesillas. El obispo de Valladolid debe encontrarse en la consulta de otorrinolaringólogo porque está mudo o, simplemente, le importa un bledo la tortura y el asesinato de un ser vivo en un espectáculo público al que respalda con no sé cuántas vírgenes.

Un año más de vileza y, en su contra, un indiscutible clamor en España por el fin del linchamiento del toro de la vega, que se ha convertido en el paradigma y símbolo del maltrato a los animales. De la tortura. Frente a los partidos y sotanas que la sustentan o son cómplices de ella para oprobio de la propia patria, otros jamás cejaremos hasta echar la última paletada de tierra sobre esta y otras tradiciones crueles e infames.