En un pueblo que se dedicó plenamente a la ganadería, ahora de de la trashumancia sólo queda el recuerdo, que se ha reunido en el edificio de las que fueron las escuelas, adonde acudían hace unas décadas más de 80 niños.

El museo es “un testimonio de vida y de la cultura de la trashumancia”, de los ganaderos de la ladera norte de Gredos que “desde tiempo inmemorial estaban obligados a viajar a Extremadura con su ganado”, ha explicado Agustín González, presidente de la Diputación en la apertura del centro.

Así, el centro rememora, con imágenes y piezas, la práctica trashumante, con unas 200 piezas, paneles con imágenes y la reproducción a tamaño natural de pastores, o el hogar ante el cocinaban y pasaban las horas ante el fuego. Para quienes conocieron la trashumancia y para quienes no, “también como motivo educativo para que conozcan la vida de subsistencia, de trasiego y de amor por la naturaleza y los animales”.

Piezas de los vecinos
El proyecto, surgido hace cuatro años y financiado con cerca de 200.000 euros del Plan de Competitividad de Turismo Activo Sierra de Gredos-Valle de Iruelas, cuenta con piezas aportadas por los vecinos de la localidad y que pertenecieron a los pastores.

Desde todos los elementos del vestuario trashumante a los aparejos para el ganado, bozales, hierros de marcar, estribos, espuelas o carrancas -collares con pinchos para que los perros no sean atacados por los lobos-; o los relacionados con la alimentación, como calderos, sartenes, tapaderas -que servían como acompañamiento musical- o un botijo a bandolera; o con el tabaco, como el chisquero o la pitillera. O una lezna que al pastor le podía valer para punzonarse en caso de ser atacado por un animal con veneno, según ha apuntado González al recorrer el museo junto a los alcaldes de la zona.

La ganadería pasó a mejor vida en Navalonguilla, lamenta su alcalde, Juan Carlos Mayoral, quien espera visitantes al museo.

Ganado
“Hemos llegado a tener más de 3.000 cabezas de ganado y ahora sólo hay 200. Empezó a decaer porque la gente era muy mayor, pero hace dos años hubo ganado enfermo y mataron cerca de 1.000”, señala el regidor de este pueblo de 280 habitantes.

Ganaderos quedan 15 y ya no hace nadie la trashumancia. Antes era obligada, “aquí en invierno prácticamente no se puede vivir, por eso bajaban entre diciembre y enero y subían en junio”, explica, a la vez que se lamenta de las exigencias del saneamiento ganadero, si bien no confía en que puede recuperarse. “la gente joven no lo entiende, no sabe”. VER FOTOS DEL MUSEO DE LA TRASHUMANCIA.