Son ellos, las víctimas de esta maquinación, quienes mejor se adaptan a ese perfil de personas mayores que buscaban un producto seguro, sin sobresaltos y con la mejor rentabilidad posible para encarar la última fase de la vida sin los apuros que habían conocido generaciones anteriores. Y, cuando fueron inducidos por las cajas y algunos bancos, no sospecharon que la habitual sonrisa del director o del empleado de la oficina ocultaba la más negra condena para sus ahorros.

Cómo iban a desconfiar de alguien cercano, que siempre les atendió con afabilidad y que ahora les proponía una rentabilidad sugestiva, novedosa y tan sólida como los propios fundamentos de la caja de ahorros. Qué importaba que los papeles a firmar contuviesen un texto tan ininteligible y plagado de complejidades inextricables que no había dios que los pudiera entender; después de todo el que les ponía en bandeja de plata tan atractiva oferta era fulanito, el sonrisas, el que llevaba tantos años detrás de la ventanilla o el mostrador de la entidad, el mismo que les informaba puntualmente de cuándo se recibían en la cuenta los ingresos de la pensión. Firmaron, sí. Firmaron confiados y sin sospechar ni lo más mínimo, que gente así los dejaban materialmente en pelotas y a perpetuidad.

Los robaviejos que les prestaron el bolígrafo para que rubricaran su propia condena se parapetan en que todo lo referido a ese producto tóxico con el rimbombante título de participaciones preferentes estaba allí escrito, obviando sin embargo que ni la madre que parió al tahúr que las ideó podría entender tal farfolla de la letra financiera. Aún está por ver si los autores intelectuales y los ejecutores del desaguisado se prueban el traje a rayas horizontales y la bola de hierro encadenada al tobillo para pasar una justa temporada en el hotel rejas. Por el momento, sólo uno de los capos implicados ha dormido en él unas pocas noches. De los demás, de todos los que han huido como ratas del barco con más agujero que un gruyere, se sabe únicamente que lo hicieron cargados de millones, una parte del botín con el que pretendían maquillar una desastrosa gestión basada en la codicia más que mórbida, en el ladrillo explosivo y en el sometimiento a los amiguismos de unos políticos corruptos. Apestosos.

También quieren pasar de sus responsabilidades, como sombras desvaídas y ansiosas de anonimato, los que se sentaban ceremoniosamente en los consejos de administración junto al presidente de la caja respectiva y dieron el visto bueno a la sinvergonzonería de las preferentes. Lo más bochornoso, oigan, es que en esos consejos no sólo estaban los caciques de turno, sino también sindicalistas y representantes de partidos que tan sólo nominalmente dicen que son ¡de izquierda! A fecha de hoy, desconozco que alguno de esos elementos figure, cuando menos, como expulsado del sindicato o partido al que representaban, o que estas formaciones sindicales y partidistas hayan pedido perdón a las víctimas de la estafa. Todo por la pasta, por el vil metal que les hizo traicionar y escupir sobre la honradez primigenia que aún quede en las formaciones donde todavía militan. De nada sirven los intentos exculpatorios de los que alegan que eran unos simples zoquetes, unos meros floreros que ni entendían ni se enteraban de nada…aunque tomaran asiento a la diestra del presidente.

No la conozco en persona, pero tiene razón Pilar Baeza cuando se desgañita con otros abulenses afectados por las preferentes. Tal vez, si no fuera por esta mujer-coraje muchos ciudadanos que no hemos padecido esa estafa no nos habríamos acercado a las víctimas y tenido constancia de la hondura de su infortunio. Sólo buscan lo suyo, lo que les birlaron con palabreo de charlatanes de feria,  y es comprensible, por lo tanto, que la mayoría haya rechazado la mala salida del arbitraje, que aunque dictaminase a favor del afectado, no le devolvería más que una ínfima parte de lo que invirtieron. Un chanchullo más amparado por el poder.

Amigos, a pelear toca en los tribunales para que los robaviejos no continúen sonriendo desde la insultante impunidad.