Estos últimos 58 religiosos se suman a los 471 beatos y 11 santos elevados a los altares antes del año 2007 y a la beatificación en ese año de otros 498 religiosos y laicos. Con ello la cifra de religiosos y laicos muertos durante la contienda civil y hechos beatos o santos por la Iglesia Católica pasan muy ampliamente la cifra del millar.

Todos los crímenes sucedidos durante esta guerra tienen que ser condenados sin exclusión, máxime si estas víctimas eran civiles. Por igual han de ser tratados unos y otros por la historia y por las generaciones futuras. Siempre después, por supuesto, de un ejercicio de búsqueda de la verdad histórica y de respeto a las víctimas. El primer homenaje, el primer signo de respeto, es conocer la verdad de lo sucedido.

Pero estas nuevas beatificaciones nos vienen a constatar, de nuevo, que aún no se está haciendo justicia y verdad con todas las víctimas de la Guerra Civil. Por muchos es desconocido el hecho de que también fueron fusilados religiosos por los golpistas o nacionales. Así, en el País Vasco fueron 33 los eclesiásticos por estos últimos asesinados. Ninguno de ellos aún ha sido elevado a los altares por la Iglesia. Un signo de nuevos tiempos y de igualdad de trato, por parte de la Iglesia a todas las víctimas, sería el reconocimiento de estos otros religiosos matados en esta guerra u otros más recientemente asesinados, como Monseñor Arnulfo Romero, padre Ignacio Ellacuría, etc. Parece que hasta ahora para ser beato o santo es condición primordial ser de pensamiento político conservador o, dicho en claro, ser de derechas y estar a favor de un determinado orden establecido. Confío que con el nuevo Papa esta visión sesgada cambie.

Cinco de los nuevos beatos fueron, como digo, muertos violentamente en nuestra provincia. Y aquí quiero hacer una reflexión. Desde que a finales del mes de octubre de 1936, en los inicios de la contienda, El Diario de Ávila publicara en sus páginas que 29 sacerdotes habían sido asesinados en nuestra provincia, esta ha sido la información que se ha tenido por buena y se ha divulgado. Y se sigue considerando correcta esta información en la actualidad tantos años después. Incluso se siguen publicando libros sobre la Guerra Civil -el último el de Juan Belmonte, ‘Ávila en la Guerra Civil’- que recoge esta cifra como la correcta sin especificar nada y divulgando, una vez más, el error.

Quien ha investigado sobre el tema y ha escrito el libro de referencia al respecto es D. Andrés Sánchez Sánchez, fallecido hace pocos años y que fue canónigo archivero de la catedral abulense. En su libro ‘Pasión y gloria de la Iglesia abulense’, recoge la biografía y circunstancias del asesinato de, efectivamente, 29 religiosos. Pero religiosos asesinados en el ámbito de la provincia eclesiástica abulense que, hasta 1953 en que Franco firma un Concordato con la Iglesia Católica en el que se modifican los territorios de obispados -y la provincia eclesiástica abulense coincidirá a partir de este año con la provincia administrativa que todos conocemos-, incluía dos arciprestazgos situados en la provincia de Toledo.

De estos 29 sacerdotes asesinados en la entonces provincia eclesiástica abulense, 14  estaban destinados en pueblos de la provincia de Ávila -y en ella fueron asesinados-, mientras que los otros 15 tenían sus parroquias en pueblos de la provincia de Toledo -arciprestazgos de Oropesa y Real de San Vicente- y allí fueron asesinados -salvo uno de ellos que fue muerto en Candeleda-. Todos perdieron injustamente la vida y ese crimen es igual de execrable en una provincia o en otra, pero no podemos seguir manteniendo esa incorrección o mentira histórica de que en Ávila fueron muertos a manos de los rojos 29 sacerdotes. Tomo unas palabras del mismo D.Andrés Sánchez recogidas en su libro, página 16: “Creo que las generaciones que van tomando el relevo del país deben conocer o recordar la historia reciente de nuestra patria. Conocer la historia es conocer los hechos tal como fueron. Y en la provincia de Ávila no fueron fusilados 29 sacerdotes sino la mitad, siempre a manos de milicianos anarquistas y comunistas que actuaban sin control del Gobierno republicano”.

Otro sacerdote, D.Olegario González de Cardedal, publicó en El País, a finales del año 2000, el artículo ‘Tres maestros rurales’, en los que hacía la semblanza de tres maestros asesinados por los golpistas nacionales en la comarca de su niñez, El Barco de Ávila, haciendo la semblanza igualmente de tres sacerdotes asesinados por milicianos republicanos al sur de Gredos. En este artículo D.Olegario afirma: “En la vertiente norte de Gredos eran asesinados los maestros; en la vertiente sur eran asesinados los curas”. Y efectivamente así parece que ocurrió. Pero unas víctimas y otras no han sido tratadas de la misma manera. Y así continúa siendo.

Por los datos que hasta ahora hemos investigado referidos al asesinato de maestros y profesores en Ávila, puedo afirmar que al menos 25 fueron asesinados en nuestra provincia a manos de los golpistas nacionales, fundamentalmente falangistas. Y sigue la investigación por lo que no son datos cerrados a día de hoy. Una aproximación a estos hechos, así como algunos perfiles humanos de varios maestros, está recogida en el libro colectivo ‘Muerte y represión en el Magisterio de Castilla y León’ (León, 2010) y cuyo capítulo correspondiente a Ávila redacté. La memoria de estos maestros nunca ha sido dignificada ni recordada. Los cuerpos de muchos de ellos fueron enterrados en fosas comunes y cunetas y no han sido recuperados. Algunos sufrieron torturas salvajes antes de ser asesinados. Tres de ellos fueron fusilados junto a alguno de sus hijos…

Y mientras se sigue reivindicando y honrando la memoria de las víctimas del bando nacionalista, el intento de hacer lo mínimo respecto a las otras víctimas -o sea, recuperar sus restos y dignificar su recuerdo-, parece abocado una vez más al silencio forzoso. Dicen que la Ley de Memoria Histórica lo que hacía era reabrir heridas… ¿Y qué hacen las beatificaciones? ¿Son más necesarias estas beatificaciones que la recuperación de los restos de los asesinados por los golpistas? ¿No es de justicia que sus familiares puedan conocer la verdad de lo que pasó con sus seres queridos, que puedan encontrarlos y puedan sentir el consuelo de poder llevar unas flores, un recuerdo allí donde reposen? El Gobierno actual ha suprimido las ayudas para realizar nuevas exhumaciones. Punto final para esas familias que esperaban hallar a sus seres queridos.

Escribió el poeta Juan Gelman que lo contrario del olvido no es la memoria sino la verdad. Verdad que quisiera ser alumbrada y encuentra enormes dificultades para salir a la luz, verdad que aún hoy tiene que ser dicha en voz baja y que hay que procurar no perturbe esas conciencias acomodadas o esas otras radicalizadas que definen a muchos conciudadanos, pues la reacción de muchos de ellos no siempre es respetuosa, ecuánime y educada en este asunto.

Espero que estas palabras sirvan para la reflexión -pues bajo ese ánimo han sido escritas- y para la prueba del debate, y no para exacerbar disputas soeces y ánimos encrespados. Hagamos buen uso de la historia y de su memoria, pues la memoria –dijo Todorov- no es ni buena ni mala, depende de su uso.