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El nuevo centro escolar fue entonces la respuesta administrativa de la época al vaciado de niños de los pueblos que debían trasladarse a centros fuera de su residencia, como “El Pradillo” de Ávila.
El nombre elegido en aquella ocasión por la comunidad educativade profesores, alumnos, padres y ayuntamientos para la novedosa experiencia pedagógica puesta en marcha no podía ser otro que el de Miguel Delibes (1920-2010), el escritor de referencia de quien durante este año se celebra el centenario de su nacimiento con multitud de actos. Cuando se produce el bautizo del Colegio Rural Agrupado con el nombre de Miguel Delibes, único en la provincia, el escritor, un autor ya consagrado, publica el libro infantil ‘Mi querida bicicleta’y recibe el Premio ‘Air Inter’ por ‘Cinco horas con Mario’ como mejor novela publicada en Francia,a la vez que en Valladolid Antonio Mercero estrena la película basada en la novela ‘El tesoro’.
Miguel Delibes reúne bajo su nombre y tutela educativa los colegios que hasta entonces se llamaban “Santa Inés”en Vega de Santa María, “San Isidro”en Velayos y “Jorge Ruiz de Santayana” en Mingorría. Delibes tomó en ese momento el relevo en el santoral popular de Inés de Roma, mártir de la persecución de Diocleciano, y del labrador mozárabe Isidorus Agricola, tan admirado en este territorio de campesinos. Sobre ello, seguro que no pondría oposición don Justo del Espíritu Santo, el cura eclipsado con Ávila en ‘Viejas historias de Castilla la Vieja’.
Y también Delibes sucedió en la nominación de la escuela de Mingorría al escritor y filósofo Jorge Ruiz de Santayana (1863-1952), quienquiso ver y tener en Ávila un punto de apoyo elevado –un locus standi– desde el que asomarse al mundo y hacer su interpretación de la historia y de la vida humana, contrastando su ideal cultivado en la distancia con la realidad de una ciudad que visitaba en continuos y frecuentes viajes, pues en Ávila vivía su familia española vinculada también con el anejo de Zorita de los Molinos.
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La puesta en marcha de la escuela rural recobra aquí parte de su protagonismo en la vida de los pueblos, igual que ocurre en varios de los escenarios de las obras de Delibes. Un ejemplo de ello es el títuloemblemático de‘El camino’(1950),donde el niño Daniel “El Mochuelo” abandona el pueblo para estudiar en la ciudad y poder “progresar”. Y lo mismo ocurre en las viejas historias de Castilla la Vieja (Castilla,1960), donde Isidoro “El Estudiante”deja el pueblo para ir a la ciudad a estudiar el bachillerato, aunque el pueblo lo llevará siempre escrito en la cara.
Es el destino inexorable de los niños de la Castilla infinita y la España de interior, antes y ahora. Por ello, el regreso de los alumnosa la escuela del pueblo, el mismo lugar donde estudiaron sus padres, ahora rebautizado con el nombre de Miguel Delibes, supuso una nueva oportunidad para ralentizar su abandono paulatino y el destino inexorable de los personajes “delibianos”.
Sin salir de Ávila, destacamos queDelibes ambientó su primera novela ‘La sombra del ciprés es alargada’ (Premio Nadal 1947) en la capital abulense, a la que se acercaba en los años cuarenta en tren desde Valladolid para documentar el escenario de su historia literaria y componer así el paisaje urbano y monumental donde nace su protagonista: «Yo nací en Ávila, la vieja ciudad de las murallas y creo que el silencio y el recogimiento casi místico de esta ciudad se me metieron en el alma nada más nacer. No dudo de que, aparte otras varias circunstancias, fue el clima pausado y retraído de esta ciudad el que determinó, en gran parte, la formación de mi carácter».
Delibes se desplazaba a Ávila en tren desde Valladolid, y con un bocadillo aquí pasaba el día buscando localizaciones. Sobre este trayecto, el mismo que hizo Gustavo Adolfo Bécquer cubriendo la noticia de la inauguración de la línea del Norte Madrid-Irún en 1864, nos viene a la memoria la emoción que sentía Santayana, el predecesor de Delibes en el título del grupo escolar, cuando escribe: «Latiéndome el corazón buscaba los nombres de las últimas estaciones, Arévalo, luego [Velayos y] Mingorría, tras la cual, en cualquier momento, podía esperar ver a la derecha las perfectas murallas de Ávila».
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En el viaje ferroviario, Delibes atraviesa la campiña de los pueblos que adoptaron su nombre para las escuelas de sus hijos, campos que pastorean pacientes ovejas y tierras de labrantío en barbecho o dibujadas por surcos rectilíneos que traza el campesino con una pareja de mulas y donde sus vecinos cazan perdices. Es la Castilla piadosa, esteparia, agrícola y de monte bajo que pueblan los personajes de las novelas “Viejas historias de Castilla la Vieja’ (1960), ‘Las ratas’ (1962) y ‘El disputado voto del señor Cayo’ (1979), la que se divisa desde el duro asiento del vagón de viajeros. Son los pueblos del Ávila rural donde se abrieron las renovadas escuelas del CRA Miguel Delibes y donde afloran los recuerdos literarios de los lugareños.
Uno de estos pasajes evocadores es el itinerario seguido en las cacerías del escritor, el cual ya reseñamos en ‘Rutas mágicas por los pueblos del Adaja’ (2001). Aquí, Delibes recorreel paraje de la dehesa de Las Gordillas bordeando el Voltoya, donde le gusta “disfrutar del campo, ver amanecer, ponerse el sol, ver el rojo en las matas”. Las Gordillas, que fue propiedad del cabildo catedralicio y luego en el siglo XVI señorío y heredad de Fernán Núñez y María Dávila, dista veinticinco kilómetros de Ávila por la carretera de Valladolid (N- 403) pasando por Mingorría y Santo Domingo de las Posadas, y luego dejando a un lado Vega de Santa María por Velayos en dirección a Maello, territorio atravesado también por el ferrocarril.
Otro reencuentro escolar que se nos antoja se produjo en Valladolid, la ciudad que presume de ser patrimonio de la vida y los libros de Miguel Delibes, el cual tuvo lugar cuando la capital castellana premió en 2006la trayectoria del certamen de teatro infantil del CRA Miguel Delibes. La distinción, en forma de pequeña escultura del conde Pedro Ansúrez, el repoblador en el siglo XI de Valladolid, fue otorgada por la Asociación de Amigos del Teatro de Valladolid, auspiciada en aquella edición por uno de sus destacados miembros, Félix Hernández.
En reciprocidad, el grupo Miguel Delibes de Mingorría había trasladado su experiencia y buen hacer de “chicos de pueblo” al certamen vallisoletano del colegio capitalino de San Viator, donde obtuvo merecidos premios y galardones, igual que una decena de colegios de Valladolid lo hicieron en el concurso mingorriano. A este respecto, conviene destacar que esta singular iniciativa cultural, surgida en el medio rural en 1993 con implicación de toda la comunidad escolar, ha permitido al día de hoy la representación de más de trescientas obras teatrales y la actuación de 4.600 alumnos de 70 centros escolares distintos procedentes de pueblos y de ciudades de Castilla, e incluso de Alzira (Valencia) y Barbate (Cádiz), como se recordaba en las celebraciones del veinticinco aniversario del certamen y antes del décimo (‘Comediantes. Crónica teatral de un pueblo’, 2002). Y todo, ante un público contado por miles que ha acudido a la llamada de Miguel Delibes como referente del Colegio Rural Agrupado convocante.
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Una y otra vez resuena el nombre del escritor en las escuelas rurales cuando dijo: «Soy como un árbol, que crece donde lo plantan», y arraigó en el nuevo colegio abulense. Tanta apropiación del apadrinamiento del “venerable” Delibes hizo que el CRA intentara hacerlo más real con la presencia física de su mentor, así que se hicieron gestiones para recibir su visita.
Todo fue en vano, y es que en España se cuentan una cincuentena de centros entre colegios, institutos, bibliotecas y espacios formativos que llevan su nombre, a los que se suman otras tantas direcciones postales de calles, plazas y jardines. ¡Cómo voy a ir a tantos sitios!, respondió. Sin embargo, nos dejó el gran legado literario de sus libros, cuyo espíritu es asumido por el CRA Miguel Delibes en el desarrollo de sus enseñanzas y las numerosas actividades culturales, sociales, medioambientales, deportivas y festivas que han tenido lugar. Del mismo modo, niños y adultos guardan especia recuerdo de sus maestros, lo que en Mingorría se hace poniendo su nombre en el callejero a Francisco Mampaso, Baselisa Pérez, Dionisio Cenalmor y María del Mar Aldea.
Delibes de nuevo viene a nuestros pueblosde la mano de su amigo y compañero en el periódico “El Norte de Castilla”, el escritor José Jiménez Lozano (Langa 1930 – Valladolid, 1920), para quien Delibes «es un cartógrafo y un geólogo, un ornitólogo y zoólogo, y un registrador de vidas y narrador de historias de la Castilla real que está en la base de sus narraciones».
En reciprocidad, dice Delibes: Jiménez Lozano es «un sagaz intérprete de nuestra historia y nuestra cultura; un ardiente defensor del débil y el desheredado». Y eso hace Jiménez Lozano cuando escribe sobre Castilla ‘Guía espiritual de Castilla’, 1984), y más concretamente en el prólogo del libro ‘Estampas de la tierra de Ávila’ (Piedra Caballera, 2004) dedicado a los pueblos del CRA Miguel Delibes, donde apunta: Se trata de «un reportaje sobre unas comunidades campesinas que están ahí, y de su vivir diario. Y también podríamos decir que acreditan algo así como una resistencia, o modo de vivir resistente a los cambios. Una realidad que se mueve entre lo pintoresco y lo provocador, un pequeño resto del pasado condenado a la extinción, o una de esas realidades que los expertos catalogan como pertenecientes a la España irredenta o profunda, incapaz de adaptarse al calendario, y una especie de mancha en el maravilloso e impoluto decorado de la Modernidad».
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Ciertamente, este libro amable de retratos presenta el optimismo castellano frente al mosaico de imágenes negras de la España profunda de Ramón Masats, también realista, que ilustran ‘Vieja historias de Castilla la Vieja’ (Lumen, 1964 y La Fábrica, 2010), obra que actualiza José Manuel Navia con igual tenebrismo (Ken, 2017). Y en esta tesitura, el CRA Miguel Delibes resiste con 32 alumnos después de 32 años de su creación, cuando llegó a alcanzar 121 escolares, y lo hace hoy en Velayos (211 hab.) y Mingorría (387 hab.)ante la adversidad del despoblamiento que afecta a toda la escuela rural y frente a su vaciado paulatino para “progresar” en la ciudad.
Finalmente, una vez más, Miguel Delibes se reencarna en la cultura abulense durante la gala anual de los premios que concede la asociación de novelistas “La sombra del ciprés”, unos galardones que llevan el nombre de los títulos novelescos de su obra: ‘Pegar la hebra’, ‘El tesoro’, ‘Mi vida al aire libre’, ‘Madera de héroe’ y ‘La sombra del ciprés’. En su última edición de 2019, el premiado Juan Mayorga agradeció especialmente la distinción por llevar el nombre de Miguel Delibes:«uno escribe como lo que lee en el Bachillerato o la adolescencia, siendo Delibes el autor descubierto en mi primer contacto con la literatura a quien siempre he seguido»; añadiendo que tuvo la suerte de encontrar en la biblioteca de sus padres 'La sombra del ciprés es alargada', para después interesarse por 'La hoja roja, 'El Camino', 'Diario de un cazador' o 'Diario de un emigrante'.
Y en este contexto, otra vez el certamen teatral del CRA Miguel Delibes cobra especial protagonismo de la mano de quien suscribe, premio “Madera de héroe”, quien destacó la importancia del teatro en la escuela, y más en la escuela rural que se vacía, así como de los frutos logrados entre el alumnado donde se despiertan especiales cualidades de su personalidad antes desconocidas. Y de la misma manera que las novelas de Delibes alcanzaron notables éxitos en adaptaciones cinematográficas y teatrales, el CRA Miguel Delibes, con el apoyo municipal de Mingorría y de la administración provincial y autonómica ,ha mantenido vivo durante 27 años el Certamen de Teatro Infantil que honra a su nombre, ahora suspendido por la pandemia del Covid-19.
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