Efectivamente; los relinchos de alegría de los distintos miembros del PSOE, CIU, IU y demás miembros del chiringuito, resaltan, apenas encubiertos por los aspavientos de indignación y por las poses de doncellas ultrajadas que muestran ante las cámaras. Una vez más la representación de estos trileros oculta lo esencial para ponernos la muleta y el señuelo, al amparo de unos medios de comunicación, tan propensos a mostrar el fulgor de la corrupción de los enemigos ideológicos, como a tapar la de los amigos.

Esta corrupción del PP es igual de indignante y miserable que la del PSOE con los Eres,  o la implicación de Izquierda Unida en la venta fraudulenta de terrenos públicos en Mercasevilla. Como ciudadano, duele exactamente igual que robe la derecha, la izquierda o los nacionalistas; todas las declaraciones son intercambiables, cuando el PP denuncia la corrupción del PSOE, tiene razón y viceversa, como escribe Mayda Anias, la gran poeta cubana, toda “faz tiene su envés”.   

La casta política utiliza los escándalos de corrupción, no como un punto final para iniciar las reformas que los impidan, todo lo contrario, son  cartas (marcadas), para no exigirse responsabilidad alguna, ni cambiar un milímetro el sistema de privilegios.

A partir de ahora Convergencia le dirá al PP, “como me toques las narices con los dineros de los niños de Pujol, te saco lo de Bárcenas”, mientras que el PP le dirá al PSOE, “como me toques lo de Bárcenas te saco lo de los Eres y el caso  Faisán”, y así en un eterno retorno, serpiente sin principio ni final, eso es todo y eso es nada, porque nada hubo y nada pasa.

Así, que entre la voluntad de reformar el sistema y limpiarlo, o acudir a la máxima argentina de que “entre bomberos no se pisan las mangueras”, uno, conociendo las costumbres de ‘la famiglia’ apostaría que esta gente se decanta por las enseñanzas rioplatenses. Nunca el tango ‘Cambalache’ fue tan actual, ya saben “el que no llora no mama y el que no roba es un gil”.

Ahora bien, no sólo nos roban, sino que además nos tenemos que tragar la farsa, la representación, el hacer como que están preocupados por la corrupción, que van hacer  un pacto anticorrupción entre todos los partidos que vas a ver, ¡vamos! la virtud personificada a partir de ya mismo; y, claro, en el guion no puede faltar la cantinela esa de que hay muchísimos políticos que son honrados y eficaces y que además están muy mal pagados; las editoriales de los distintos periódicos elogiaran el acuerdo, la madurez de la sociedad, y en unos días, otras noticias, alguna guerra, otro elefante muerto por el Borbón, alguna que otra hazaña europea del Madrid o la confirmación de que Mourinho es el anticristo, relegará la corrupción, y los farsantes volverán a quedar impunes.

La reunión de las distintas familias mafiosas habrá dado su fruto y entre ellas prepararan el advenimiento de otro capo para dirigir el país; a cambio, los que entran volverán a indultar a los que se fueron, como previamente los que se fueron indultaron a los que ahora entran, indultos como los que otorgó el Gobierno del PP  a cargos de CIU condenados por corrupción.

En público abominaran de los corruptos, pero luego el BOE recogerá sus indultos.  Darán publicidad al enésimo y definitivo pacto contra la corrupción, pero en el Parlamento rechazaran la reforma del Tribunal de Cuentas para fiscalizar los partidos de forma efectiva. Hablaran de indignación e igualdad ante la ley, pero se negaran a quitar el aforamiento de los parlamentarios, no vaya a ser que usted o cualquier ciudadano de a pie les pueda hacer responder ante un tribunal de primera instancia no sometido a su influencia.

A algunos nos gustaría vivir en una España en que la sede del PP estuviera rodeada no por militantes o ciudadanos de otras opciones indignados por su corrupción, sino por sus propios militantes, exigiéndoles responsabilidad y decencia, de la misma forma que sería bello ver la sede del PSOE  rodeada por  militantes socialistas exigiendo el fin del latrocinio y el choriceo. Quizás en ese momento ya no colaría el argumento de “son corruptos, pero son mis corruptos”, idea ésta que es la esencia verdadera de la falaz distinción derecha/izquierda, conservadores/progresistas.

Quién considere que con este PSOE (que según el saber popular “en tiempos de Alí Baba tenia cuarenta militantes”), con este PP (que en sus congresos no tiene ponencias sino “quitancias”), con estas leyes y este Rey se puede siquiera combatir la corrupción,  no es que sea ingenuo o inocente, es que aún le chorrea el agua del bautismo.