Ellos iban de “colaboradores” con un grupo de toreros que andan desesperados porque el negocio se les va de las manos, dado el rechazo social que produce la tauromaquia en la mayoría de la población. Se supone que la “colaboración” prestada por el Ayuntamiento ha sido cederles gratis la plaza y correr con todos los gastos que acarrea la apertura y puesta a punto de un lugar tan siniestro. ¿Y la Diputación? Pues, a tenor de lo aparecido en la prensa, habría empleado también medios públicos para crear diversión con algo que está sancionado por el Código Penal (la tortura y el asesinato de animales), pero que no se aplica por una vergonzosa excepción para  infames espectáculos de esta calaña.

Se retorna de este modo, no ya sólo a los pantalones de campana de hace cuarenta años, sino también al aún más viejo tiempo de Romanones y su destemplado caciquismo. Ahora, reconvertido en un descarado clientelismo político en busca del sector más retrógrado e inculto de la población. Se vuelve asimismo al pretérito periodo del anterior presidente de la Diputación, cuando se sacó de la manga aquellas corridas de la beneficencia que sólo buscaban el beneficio partidista, y del que eran cómplices los otros grupos de la institución con su silencio ante tales cacicadas. Todos ellos procurando lo mismo: repartir a mansalva y gratis los tacos de entradas entre votantes y simpatizantes, así, con chulería, porque os queremos mucho y nos encanta vuestra incultura, garrulería y brutalidad. Huelga decir que toda esa francachela dadivosa se hacía y se hace a costa del dinero de nuestros impuestos.

Y luego están los títeres, los tontos útiles como coartada de la corrida “benéfica”. Al finalizar la mili nos entregaban la cartilla militar en la que se estampaba con un tampón de tinta azul unas curiosas iniciales: VSLS (valor se le supone). A los presuntos beneficiarios de la muerte de seis toros y un becerro no más grande que un perro y con la misma inocencia de éste, la cordura o la inteligencia no se les puede suponer. Supuestamente han puesto la mano para recibir –nunca se pública cuánto, ¡viva la transparencia!- un dinero que quema, que está manchado de sangre. Esa mancha es indeleble y además se traspasa a quien lo recibe y a la entidad que representa. Ellos sabrán, pero más de un antitaurino se lo va a recordar a los del Banco de Alimentos cuando se pongan en la puerta de los supermercados pidiendo un kilito de esto y de lo otro. Mejor que se lo soliciten a Rivas, a Sánchez Cabrera y demás taurinos.

O a la hija del anterior rey y hermana del actual. La ciudadana Borbón, de nombre de pila Elena, con su afición a asistir a espectáculos denigrantes en los que la gracia –uf, a ella le sobra a borbotones- consiste en ir desangrando a un animal con una lanza empuñada por un tipo con sobrepeso subido a un pobre caballo, en el hincamiento de arpones o banderillas y en las sucesivas clavadas de una espada hasta que vomite sangre; como digo, la antes mencionada ciudadana Borbón, tiene la virtud de recordarnos a su padre. Lo pillaron primero en una cacería en Rusia dando muerte al desdichado oso Mitrofán, al que las crónicas describen como tranquilo y amistoso porque había sido criado por los lugareños cuando lo recogieron del bosque siendo un pequeño osezno.

Antes de ponerlo delante del fusil del rey, los organizadores de la cacería le habían dado miel mezclada con abundante vodka. Después de esta heroicidad, volvieron a pillarlo con el carrito del helado en Botsuana, en 2012, en un romántico safari con Corina –Cori en la intimidad- mientras mataba elefantes. Aquella foto con el desdichado paquidermo agujereado por la escopeta del entonces rey, terminó por costarle el puesto.
Nunca una foto como esa y una trayectoria por su afición a las masacres de toros han hecho tanto a favor de la III República. Y su encantadora hija, ídem: cada vez que aparece en una corrida, se mueren diez monárquicos y nacen 1.000 republicanos. Gracias, familia; seguid así.

Como contrapunto a lo descrito, el pasado día 13 de mayo la Puerta del Sol volvió a llenarse. Decenas y decenas de miles de manifestantes clamando contra la infamia de la tauromaquia, contra los más de 600 millones de euros con los que se subvenciona –el dinero de nuestros impuestos, recuérdenlo-, contra la rebaja del IVA al 10% para las corridas mientras que el cine o los veterinarios pagan el 21%, o contra las amenazas dirigidas por el Ayuntamiento de Leganés hacia el grupo de bomberos de esa localidad por mostrar su apoyo a la gran manifestación antitaurina. Cuando la cabecera llegó a la Puerta del Sol, aún quedaban varios miles de participantes en la calle Bailén esperando marchar por la C/Mayor. Allí estábamos cerca de cuatro veces más de los que caben en la plaza de Las Ventas, y todos haciendo retumbar Sol al grito de “¡tauromaquia abolición!”. Y un recuerdo para una afortunada pancarta con el siguiente texto: “Toreros y taurinos, os quedan cuatro vinos”.

Como  epílogo a lo sucedido en Ávila, cabe decir que ya están tardando los grupos de la oposición en el Ayuntamiento y la Diputación en pedir cuentas a los de los pantalones de campana acerca de lo que costó al erario público la farsa dela corrida del 7 de mayo.

Ya sea por patriotismo, por justicia, por los más de 600 millones anuales de euros en subvenciones, por ética, por no soportar más lo intolerable, por tantos vómitos de sangreo por cualquiera de otras muchas razones, hay que acabar ya con la vergüenza nacional. Abolición.