En el estreno nacional, el Lienzo Norte fue escenario de ovaciones a las cuatro actrices que componen varias historias donde el humor combina con el conocimiento de la menopausia, algo así como aquello que decían de “instruir deleitando”. Y así, con una María Teresa de Campos en pantalla que da paso a las personajes, cada una en una historia, pero todas  bajo el signo del “que medio siglo no es nada”, ofrecen una comedida con la que bajan al terreno de lo cotidiano y con la que el público se identifica.

Pero los ingredientes para ello son, aparte de un guion adaptado al tema y al público, una Paz Padilla que explota los personajes en cualquier situación con su especial gracejo gaditano, de la que poco más se puede decir, y Lolita, quien con sus tablas y naturalidad no ha tenido problema en enfrentarse a su primera comedia teatral.

Y con ellas dos veteranas actrices como Fabiola Toledo y Ana Hurtado, que juegan con acierto los papeles marcados por el texto de Isabel Arranz. Todo ello, y todas ellas, insertadas en los colorines de Agatha Ruiz de la Prada, que inundan la escenografía con su corazón-logotipo, sea en el electrocardiógrafo cuando la Padilla espera al ginecólogo, sea en el hábito de la Flores vestida de monja.

Cuando la sucesión de sketchs y la insistencia en los síntomas de la menopausia eran algo repetitivos, surgió la Paz Padilla a la que sus jóvenes compañeras la llaman vieja (“no las entiendo ni lo que hablan”, dice, “ellas en vez de decir que las baja la regla dicen que se está descargando”) y el número musical  en que ella encarna al ovario derecho (“soy un ovario extraordinario, me miro y no puedo soportar”) y Lolita al izquierdo (“sudo en verano, tiemblo en invierno y no hago más que trabajar”).

El viaje en tren hacia Ávila con las cuatro, cada una en su circunstancia pero con una común, remata a carcajadas una obra que reivindica con un tono vital y naturalidad a las mujeres de más de 50 años. ‘Que medio siglo no es nada’ culmina la comedia que promete girar por toda España dejando buenas sensaciones.

Tras una ovación y contra las normas teatrales, como reconoció la propia Lolita, se dirigió al público para agradecer la asistencia al estreno y reconocer errores. No parecía que hubiera muchos, pero sí un problema -como reconoció- con la toca de monja, que no ajustaba bien en la cabeza.