Parece un relato surrealista contado con gracia y una buena carga de ironía, si no fuera porque lo que se está leyendo son historias reales, relatos fidedignos de lo que es la realidad administrativa que padecemos; un chiringuito de elefantiásicas partidas económicas al servicio de los partidos políticos y de los políticos. En dicho libro se hace una radiografía perfecta del país. Leemos con asombro casos como el de las ambulancias que no pueden trasladar a un enfermo a 60 kilómetros porque no puede traspasar fronteras regionales, pero sí lo puede hacer a 300 kilómetros dentro de sus límites territoriales. Relatan que hay  una consejería de agricultura (en las islas Baleares) que tiene más funcionarios que explotaciones agrícolas tiene la región. Nos cuentan los autores que han encontrado hasta cien programas y subprogramas educativos distintos, o como los bomberos no pueden apagar un fuego en otra región. Por haber hay (o había, que el libro creo que es del año 2012) hasta una autonomía que tiene una oficina de asuntos africanos. Detallan con minuciosidad leyes que chocan entre sí, recursos que se duplican, derechos diferentes en función de la comunidad autónoma en la que uno haya nacido.

Situaciones absurdas como las que narra un joven con una enfermedad crónica al que no le atendieron en sus vacaciones por tener una tarjeta sanitaria de otra comunidad. Alcaldes que cobran más que el presidente del gobierno, directores generales que cobran el doble que un ministro, políticos con medio centenar de asesores. Cuentan como el señor Más  cerró ambulatorios, disminuyó la plantilla de médicos y enfermeras… pero no tuvo rubor alguno en gastar casi un millón de euros en doblar películas al catalán. Un auténtico disparate  y esperpento nacional que hace imposible saber cuánto nos cuesta a todos los ciudadanos mantener los chiringuitos nacionales, autonómicos, provinciales y locales. A modo de comparativa, la autora nos dice que en el Reino Unido existen 300 instituciones y organismos públicos que atienden a una población de más de sesenta millones. En España, tenemos más de cuatro mil. Sobran las palabras.

Todo surrealista, un disparate de país. La conclusión es que cada territorio explota sus diferencias para intentar tener más parte del pastel presupuestario y así poder crear cargos, organismos, fundaciones públicas y todo cuanto se necesite, con la excusa de acercar la administración al ciudadano. Una falacia que no se sostiene. Lo que se ha creado es una maraña administrativa para provecho exclusivo de la clase política y sus paniaguados. Es decir, una red clientelar de elefantiásicas proporciones. Cuenta Sandra Mir  que solo el gasto anual en organizaciones provinciales, sin contar nóminas, dietas y extras, asciende a la cantidad de 22.000 millones de euros. Una auténtica barbaridad.

La red clientelar que está montada con cargo al erario público es sencillamente elefantiásica, imposible saber su verdadera dimensión económica por la maraña que han tejido los partidos políticos, sindicatos, organizaciones empresariales… y por la estructura territorial que tenemos. Un auténtico disparate de país dirigido por unos políticos llenos de soberbia, partidistas e interesados, que son incapaces de llegar a acuerdos en clave de interés general pero que son muy capaces de votar por unanimidad “el kit del diputado”, es decir sus nóminas, dietas, prebendas, privilegios, finiquitos…  ¿Saben cuánto han gastado sus señorías en los seis primeros meses de este año en concepto de viajes, dietas y kilometraje? Casi 700.000,00 euros según datos publicados. En fin, como reza el título del artículo: un disparate.