Solo 13 (a los que aplaudo por su ética política y personal) renunciaron a su indemnización. La cantidad liquidada a cada senador, asciende, por dos meses de “trabajo” (de los cuales habrán acudido a sus escaños no más de veinte días), a la cantidad de 8.345,00 euros. Están en su derecho, faltaría más, y yo en el mío de reflejarlo en esta columna para que cada cual lo interprete como quiera.

Estamos en un período de cambios profundos; cambios políticos, sociales, económicos, laborales, tecnológicos… algo que todos deberíamos asumir y comprender cuanto antes. Ya nada va a ser igual. La política tampoco. La de hoy ya no es como la de ayer, ni siquiera como la de la transición, se parece, como una gota de agua a otra, a la de hace 80 años: cainita, frentista, antagónica y basada en la liquidación del adversario. Menos mal que el contexto es distinto. Pero quienes sí que son como los de ayer son los políticos de hoy.  En cuánto acceden al poder (sean del partido que sean) no dudan en hacer de sus actos de gobierno un desagravio para los suyos y un negocio para los propios. Los vicios de la llamada vieja política no solo no se han erradicado sino que se han potenciado exponencialmente. La endogamia, el enchufismo, el chalaneo con los afines para ocupar los cargos públicos de libre designación, han sido prácticas habituales en todos los ayuntamientos llamados del cambio, donde gobiernan los abanderados de la nueva política.

Son iguales, tal para cual, pero con el agravante de que los nuevos vinieron, según ellos, para poner las instituciones al servicio de la gente y acabar con estas prácticas de nepotismo. La verdad es que no mintieron; los recursos, cargos y prebendas públicas los han puesto al servicio de la gente: los suyos. En el fondo, lo que han hecho es sustituir el capitalismo de amiguetes que practicaban los de siempre, por el anticapitalismo de colegas que practican ellos. La regeneración solo puede venir a través de la ejemplaridad de los políticos. No necesitan ser irreprochables, nadie lo puede ser, pero sí han de ser ejemplares. Decía Montesquieu que todo lo legal no siempre es justo, lo justo es lo que debiera ser legal y Lenin, con toda la razón del mundo, nos dejó dicho que es de necios discutir los hechos.

En sus famosas catilinarias Cicerón se preguntaba; ¿entre que gente estamos? Y eso mismo tendríamos que preguntarnos los electores, pero sé que no lo haremos. Viejos y nuevos partidos hacen de la política un negocio para los propios; viejos y nuevos políticos aprenden, en tiempo récord, que entre el honor y el dinero, lo segundo es lo primero. A este paso nos tendremos que ir olvidando de la cacareada regeneración e irnos preparando para añadir la corrupción de los pobres a la ya existente de los ricos.

Podría seguir con lo que cobran sus señorías en concepto de dietas por alojamiento y manutención si han sido elegidos fuera de la circunscripción de Madrid  (1.823,00 euros/mes que no tributan fiscalmente), pero para qué… Quienes lean esta columna que hagan sus propias valoraciones, pero permítanme que les diga, porque creo que es justo resaltarlo, que de los treces senadores que han renunciado a su finiquito, 10 son del PP, 1 del PSOE, 1 de Ciudadanos y 1 de ERC. De Podemos ninguno. Puede que yo sea un mal pensado y que los senadores que, educadamente y guardándose el turno, han solicitado su derecho a la indemnización por cese de sus funciones (¡8.345,00 € por 54 días “trabajados”!), lo hayan donado al Fondo de Garantía Salarial para que cuando cesen a un trabajador éste cobre íntegramente lo que le corresponde. Si es así, pido disculpas a sus señorías por dudar de su ética política y ejemplaridad. Y si no es así… piensen ustedes en lo que nos dijo Albert Einstein: todos somos muy ignorantes, lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas.