El convento dispone de unas amplias estancias con frescos patios y jardines rodeados de rumorosas fuentes donde la niña crece feliz hasta que, ya mayor declara su voluntad de ser monja de clausura.

Con buen criterio, las monjas acuerdan que antes de tomar los hábitos, tiene que conocer el mundo y decidir en libertad.

En cumplimiento de la decisión tomada, la niña deja por primera vez el convento para visitar la aldea y así  conocer el mundo.

Una vez allí, la niña contempla las calles llenas de estiércol, los niños desnutridos, las mujeres  envejecidas, la falta de agua y la miseria circundante.

Regresa al cabo de una hora, y con firmeza en la voz declara que después de conocer el mundo y sus tentaciones, entra de forma libre y con pleno conocimiento en la clausura del convento

Este cuento de la libre voluntad y conocimiento es el que nos plantean en las próximas elecciones de junio, donde los ciudadanos vamos a votar teledirigidos por unos grupos mediáticos, expertos en transmitir propaganda disfrazada de información.

Una información que parece  destinada a un “intratable pueblo de cabreros” a los que se supone incapaces de entender los asuntos públicos, y así, en lugar de presentar hechos de forma rigurosa, se prefiere mostrar a los aspirantes a gobernar tocando la guitarra, cocinando, conduciendo, bromeando con hormigas de trapo y respondiendo a preguntas de niños repelentes, que por sí solos justificarían la mayoría absoluta de Herodes.

Veremos unos debates de formato absurdo donde cualquier reflexión seria o documentada, será sustituida por eslóganes y frases cocinadas por expertos en marketing, que a su vez harán incidencia no en los contenidos, sino en el lenguaje no verbal, para que asombrados veamos esas manos al corazón de uno, esas lágrimas en los ojos de otros y esos abrazos al aire abarcando a toda la concurrencia por parte del de más allá.

Luego las encuestas  dirigidas se encargaran de ascender a unos, y hundir a otros.

Pasará la campaña, votaremos y ese será el momento en el que nos dirán que las promesas no se pueden cumplir porqué estamos atados por Europa y sus decisiones.

Descubriremos sorprendidos que el gran problema nacional , que es el suicido demográfico de España (donde ya mueren más españoles que los que nacen) no se ha tocado en la campaña electoral,  oculto por la mamarrachada esa de España como  nación de naciones y el derecho a decidir.

Veremos también, como tampoco se hablará , de la escasez de agua en tres cuartas partes de España, ni de  la dependencia energética, ni de que el sistema sanitario y las pensiones  dependen de lo que nos presten en el exterior.  

No se debatirá, quizás por desconocimiento de las implicaciones, ventajas e inconvenientes del tratado de libre comercio (TTIP) con Estados unidos para Europa y para  España, o de las consecuencias que pudiera tener para todos nosotros si Gran Bretaña abandona la Comunidad Económica Europea,

Cuestiones, todas ellas, no lejanas y abstractas sino próximas y cercanas, vitales y cruciales para todos nosotros.

Al final votaremos por sentimentalismo barato, la fobia provocada, la filia inducida y por encima del raciocinio, el miedo, miedo a los unos miedo a los otros, y en algunos casos desesperación y que se hunda el mundo y yo con él.

En definitiva, que habremos votado con la misma firme voluntad y conocimiento del mundo que la recién nacida que ingresó en el convento del cuento.