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Se creyó que el partido podía verse reflejado en su imagen, en su juventud, en su corta trayectoria política ajena a la corrupción. Y quiso reivindicar un tiempo de conquistas sociales pretéritas para hacerlas propias. Tras ser elegido en primarias abiertas líder de los socialistas, debió pensar que por el mero hecho de liderar un partido histórico, que siempre fue de gobierno o aspirante a gobernar, tendría el camino expedito hacia La Moncloa. Pero… se equivocó. Su mensaje, su discurso, desde el minuto uno, marcaba una hoja de ruta clara: desalojar del poder a los populares, en todos y cuantos sitios gobernaran, como paso previo para llegar a ser el nuevo inquilino de La Moncloa. Y en su alocada carrera por quitar poder territorial a los populares, recuperando de paso algunas plazas, se alió con quién menos le convenía. No supo ver que la partida se estaba planteando en una especie de tablero de ajedrez político, donde la estrategia, iba -y va- a ser fundamental. Un tablero donde él y su formación eran la pieza más deseada por todos: rivales y enemigos… aunque por distintas razones. Desde su ascenso a la secretaría general del partido, identificó con claridad al rival: el PP, y con nitidez al enemigo: Mariano Rajoy. Craso error. Su rival era, y es, el Partido Popular, pero… su enemigo real era, y es, Pablo Iglesias, un auténtico maestro de la estrategia política y electoral, adquirida a base de estudios sobre ciencia política. Y en este juego del ajedrez, la amenaza es más fuerte que la ejecución.
El PSOE está ante una encrucijada histórica. Se asoma al abismo de ser una fuerza política minoritaria, y en política las cosas casi siempre son como parecen. En esta partida de ajedrez particular que está jugando con Podemos, los socialistas tienen todas las de perder porque se está batallando en el terreno de las emociones, de la ilusión, de la esperanza… algo que no pueden ofrecer desde Ferraz. El PSOE, con Pedro Sánchez o sin él, no puede luchar de tú a tú contra la democracia sentimental de Podemos. Solo podrá vencer si el sistema en su conjunto, auténtico enemigo de Podemos, necesita a los socialistas…
Pablo Iglesias, por el contrario, ha estado, y está, jugando con ventaja. Primero porque esta partida la ha jugado muchas veces en su cabeza. La lleva preparando muchos años, y estudiándola pormenorizadamente en las aulas de la Complutense, en tertulias nocturnas en bares de Malasaña y en los despachos del palacio de Miraflores. Solo estaba esperando que se dieran las circunstancias precisas (crisis, corrupción, descrédito institucional, paro, pobreza, movilizaciones sociales…) para saltar al tablero electoral con todos los pronunciamientos a su favor y empezar a jugar, ahora en serio, la partida tantas veces soñada por él y la cúpula de Podemos. Y segundo, porque él sabe mejor que nadie que sus rivales en la lucha electoral solo saben jugar para hacer tablas: es decir, formar gobierno y repartirse la tarta del poder. Él, por el contrario, está jugando por un objetivo muy diferente: asaltar el poder y quedarse con toda la tarta. Algo que solo se puede lograr dando jaque mate al enemigo, que no es precisamente Sánchez ni el PSOE, sino el sistema en su conjunto y el PP en particular. Pablo Iglesias no juega esta partida para ser presidente de gobierno de una democracia representativa que aborrece, la juega para para conquistar el poder y… no soltarlo Y para lograrlo, está siguiendo, al pie de la letra, el manual de todo buen revolucionario postmarxista:una retórica populista carente de complejos, donde términos metafóricos como casta, gente decente, democracia real, derecho a decidir, empoderamiento… significan lo que él quiere que signifiquen. Ha elaborado una especie de neolenguaje orwelliano que persuade por la razón y motiva por la emoción.
En su estrategia solo cabe un partido opositor: el PP. Por eso, toda su campaña electoral ha estado basada en movilizar a los votantes socialistas hacia su causa. Y solo cuando se quede a “solas” para disputar el gobierno a los populares, estará en disposición de asaltar ese poder que ambiciona sobre todas las cosas. Sabe que no basta con la voluntad popular, que necesita que se déla necesaria correlación de fuerzas parlamentarias a su favor y que el sistema se vaya resquebrajando a través de las grietas abiertas por los nacionalismos y los independentismos. Por eso une puentes con las mareas, los independentismos, los antisistema, los movimientos sociales… Son sus aliados naturales, los que le ayudarán a conquistar el gobierno primero y el poder después… para no soltarlo. La clave está en abrir un nuevo proceso constituyente para dar jaque, que no mate todavía, al sistema. Y una vez elaborada una nueva constitución, ésta será refrendada por el pueblo, que votará pero no elegirá el modelo de convivencia. Un truco tan viejo como la humanidad.
Y si pierde la partida… siempre quedará el premio de consolación: ser asimilado por el sistema y formar parte de sus élites. O… irse.
¿Y nosotros, los ciudadanos, qué pintamos en esta partida? Mucho y nada. Mucho porque nosotros decidiremos quien gana la partida y… nada porque una vez decidido quien ha de gobernarnos, dejaremos de ser personas para volver a ser pueblo, y los pueblos, independientemente del régimen en el que vivan, nunca, jamás, se convierten en gobierno, entre otras cosas porque no hay pueblo inteligente como algo unitario, sino personas, ciudadanos, que deciden de forma individual en función de su capacidad e inteligencia. Ciudadanos que no somos libres porque siempre estaremos mediatizados por el entorno, por los creadores de opinión, por nuestros conocimientos, nuestra ignorancia, nuestros sentimientos… Algo que saben muy bien los expertos –de un lado y otro de la trinchera- en manipulación de las masas.
Pero todo este galimatías de estrategias políticas utilizadas por Podemos se resume en una simple frase: se folla desnudo pero se liga vestido (Pablo Iglesias Turrión).
En fin… hay frases que significan lo que el que las acuña quieren que signifiquen, frases que encierran toda una filosofía de pensamiento, y frases que cada uno interpreta como quiere. Yo me quedo con una frase de Bertrand Rusell: nunca moriría por mis creencias porque podría estar equivocado.
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Uno | Martes, 12 de Enero de 2016 a las 20:04:26 horas
"alocada carrera por quitar poder territorial a los populares"
reducir algo tan serio como la política a una crónica de sociedad es lo que hace usted en esto que escribe, se acuerda de la sección de "curso de ética periodística" en caiga quien caiga .....se debe escribir para hacer pensar no para escupir bilis.
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