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De tal propaganda fue acusado el noble caballero que había servido en Flandes el señor Don Diego de Bracamonte, y por ello fue decapitado el 27 de febrero del año siguiente en la plaza del Mercado Chico.
Los funestos sucesos ocurridos en torno a los papelones de Ávila forman parte del acerbo cultural de la ciudad y como tal se exhibe en la representación de su historia legendaria. Aquí entran en juego dos aspectos contradictorios: uno, el espíritu rebelde por la defensa de los intereses de Ávila frente a los abusos de la monarquía, como defendían los señores de la ciudad; y otro, la insolidaridad social de los nobles que no pagaban los impuestos que sí se exigían al pueblo llano. En la actualidad, la misma contradicción y alejamiento entre gobernantes y ciudadanos se puso de manifiesto por el movimiento 15M que acampó en la plaza hace un año con múltiples proclamas hoy casi olvidadas.
En el siglo XVI los papelones aparecieron en la Catedral, en la Casa de las Carnicerías, en la iglesia de San Juan y en el Palacio de Valderrábanos. Hoy, 28 de agosto, festividad de San Agustín, sigue amaneciendo en Ávila, que no es poco, y Ávila exhibe los papelones de su tiempo (sin contar los mensajes que circulan en la red digital), y entre ellos se anuncian y publicitan obituarios, quejas vecinales, reclamos bancarios, novedades librescas, espectáculos circenses, conciertos, ilusorias ofertas de empleo, oficios religiosos y llamamientos a la oración. En todos, y en este tiempo, subyace una expresión tímida de la zozobra de la población, y frente al mensaje panfletario nos asalta la reflexión del filósofo onomástico de Hipona: “los que no quieren ser vencidos por la verdad, son vencidos por el error”, pero, ¿dónde está la verdad?
La sociedad abulense ha evolucionado y ya no se ajustician a los contestatarios, pues basta responderles con el silencio y el ninguneo. Por ello, los papelones (carteles o panfletos) que aparecen hoy en el recorrido por la ciudad histórica son simples anuncios efímeros que pronto caerán en el olvido. No obstante, hoy, onomástica de los agustinos, damos cuenta de la lectura que ofrece la cartelera en el callejero que va del Mercado Grande al Mercado Chico, el mismo itinerario que hizo Don Diego Bracamonte camino del patíbulo, aunque hay que añadir que en este espacio el consistorio ha prohibido la publicidad apostando por la defensa del patrimonio.
Situados a primeras horas de la mañana en la puerta oeste de la iglesia románica de San Pedro, una esquela necrológica anuncia la presencia de la muerte en el mundo de los vivos. Enfrente, la antigua sede del monte de piedad, que en origen sirvió para atender a los pobres y necesitados, acaba de ser pintarrajeada por clientes desesperados, y en el zócalo chapado en piedra del edificio se leen insultos y acusaciones de ladrones contra sus responsables. A poco tiempo, el servicio municipal de limpieza, haciendo honor a la escoba de oro con que fue premiado por la Asociación de Gestores de Residuos, procedió de inmediato con inusitada eficacia a limpiar la fachada de pintadas calumniosas.
En los ventanales de la desaparecida caja de ahorros, un letrero dice: ‘Es hora de elegir copas o cubiertos’, difícil elección para los que pasan hambre, pensarán los mendigos que se apuestan a la puerta del templo en horario de misa.
Estamos en los soportales de la plaza del Mercado Grande. La cartelera de la librería Senén es el escaparate de un rico muestrario de historia y literatura que ilustra a los viandantes de la actualidad cultural, a la vez que también sirve a modo de pregonero de papelones impresos como kiosco de prensa escrita de pago.
En algunos arcos de la plaza, donde hace tiempo desapareció la cartelera cinematográfica como lo hicieron varias salas de cine, se han pegado llamadas de auxilio por una perrita que se ha perdido y avisos para talleres rítmicos mejores que el chuletón de Ávila, dice el reclamo. En algunas puertas de los locales se anuncia una carrera solidaria contra el sufrimiento de los enfermos de cáncer, mientras que en la fachada de la farmacia sobresale un expendedor de preservativos como reclamo de placer.
En las farolas que iluminan la plaza hondean banderolas que invitan al público a las actuaciones del circo Kaos, que no caos. Y de sus báculos, pequeños recortes de particulares ofrecen servicios de clases de inglés, empleada de hogar, cuidado de niños y de alquiler de piso. También se ofertan clases de preparación de oposiciones para profesores, ahora que se han recortado las plazas de empleo público y los funcionarios parecen los culpables de la crisis que sufre el estado del bienestar.
Hacia el oeste de la plaza pasamos junto al solar que dejó la antigua alhóndiga, edificio que también fue cárcel de Diego Bracamonte, y cruzamos el arco del alcázar donde suelen colarse pedigüeños de limosnas. De la fachada de una caseta de subida a la muralla, un papelón anuncia visitas guiadas de leyenda, entre las que se cuenta la del ajusticiamiento del noble.
Enfrente, una entidad bancaria se enorgullece en un gran cartel de ofrecer `Cuatro mil millones de euros para pequeñas y medianas empresas’, sin embargo en su entorno varios locales vacíos lucen el papelón de ‘se alquila’, y una gestoría tiene empapelada su fachada con ofertas de venta de viviendas desocupadas en abundancia.
Los locales vacíos la calle Don Gerónimo sirven de tablón de anuncios del programa de conciertos de música medieval que programa la Universidad Católica. La Librería Católica que regenta Gonzalo Delgado luce las últimas novedades bibliográficas de Ávila y los textos históricos de Carramolino, Larreta, Mayoral, Belmonte, De Tapia y Sanchidrián que narran el ajusticiamiento de Bracamonte.![[Img #3995]](upload/img/periodico/img_3995.jpg)
En la Plaza de José Tomé, antiguo alcalde, la Caixa proclama: ‘Da igual si vuelas o no vuelas, el cambio no cambia’, en lo que parece una resignación e impotencia por un futuro incierto. Y añade en otro papelón: “Por traer mis seguros de vida y de coche, me llevo 431€”. Parece que este es el precio de una vida, coche incluido, casi la misma cantidad mensual que percibirán los parados sin derecho a prestaciones. De qué se van a quejar entonces.
En la antigua calle del Comercio, actual calle de los Reyes Católicos se encuentra, junto a la librería Medrano, puro escaparate de novedades históricas y literarias, la ermita de las Nieves, construida en el siglo XVI por voluntad de María Dávila. En su fachada, cuelgan los papelones de las necrológicas, anuncios del rezo del rosario meditado vespertino y un cartel de la festividad de la Exaltación de la Cruz que organiza el Patronato de la Trinidad y la virgen de las Vacas, y de una excursión a Lourdes en busca de un milagro que todos necesitamos.
Junto a la ermita de Las Nieves se encuentra el bazar de Cristóbal Pardo, un comercio tradicional fundado en 1850, regentado por la cuarta generación que ofrece todo el menaje para el hogar, vajillas, cristalerías, artículos de regalo, recuerdos, lámparas persianas, etc. En el escaparate los papelones han sido sustituidos por azulejos grabados con leyendas como la siguiente: “A los políticos y a los pañales hay que cambiarlos seguido... y por las mismas razones". Se trata de una frase casi centenaria del escritor George Bernard Shaw que ha calado en la sabiduría popular con plena actualidad, si bien nadie parece darse por aludido.
En la luna de uno de los bancos de la calle puede leerse: “En Ávila te lo ponemos fácil para que tu negocio esté abierto todos los días”. Mientras, en frente, en uno de los muchos locales cerrados, no se permite ningún anuncio, lo que se advierte en el siguiente letrero: ‘Prohibido fijar carteles, responsable la empresa anunciadora’. Por un lado, se ofrece dinero que no llega y, por otro, se prohíben los papelones en negocios cerrados, qué fatalidad. Urge entonces se reúna la mesa denominada 'Ávila empresa y empleo' que recientemente se ha constituido en Ávila por las organización políticas, empresariales y sindicales, con escasa eficacia según los papelones que leemos.
Coloridos carteles anuncian al cantautor Jesús Martín Dochado, compositor de un himno a Santa Teresa, quien dará un recital entre copla y protesta en la plaza de toros de El Tiemblo a primeros de septiembre. La canción también puede ser un gran papelón de protesta y reivindicación.
Sobre los restos de viejos carteles del concurso hípico que acaba de finalizar, se publicitan las Jornadas Medievales de las tres culturas del siguiente fin de semana, también que el pueblo de La Serrada está en fiestas, y que el grupo de teatro Nueva Escena busca voluntarios para su taller dramático.
Por su parte, la prensa escrita, más ordenada y disciplinada que en los papelones, ofrece sus titulares en el escaparate del kiosco Del Olmo, pero al viandante curioso e inquieto le llama más la atención el papelón subversivo, el cual poco a poco va dejando las paredes de la calle para colarse en el mágico mundo de internet.
Ya en el Mercado Chico, frente a la iglesia de San Juan que fue empapelada por Bracamonte, se encuentra la casa consistorial, de donde salió el bando prohibicionista de colocar papelones en el conjunto histórico. Estos días, en el mostrador de la entrada se distribuyen folletos para asistir al cine en el palacio de congresos Lienzo Norte, entre pasquines y programas de actividades diversas, y junto a otros edictos y anuncios de convocatorias municipales.
En los soportales de la plaza siguen cerrados bastantes locales, y hoy apenas hay papelones en sus fachadas, tampoco en los ruinosos situados al norte de la Iglesia de San Juan, pues acaban de ser retirados por el servicio de limpieza, el de la escoba de oro, lo mismo que ocurrirá con muchos de los que hemos reseñado, y nadie habrá muerto por ello. Ya estamos civilizados, no como le ocurrió a Diego de Bracamonte.
Oficina en Ávila de Caja Rural de Salamanca
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comunera | Viernes, 05 de Octubre de 2012 a las 16:41:34 horas
Creo que es la imagen de Avila,antes y ahora.Maravilloso paseo por el centro de la ciudad muerta. Los locales cerrados,no son buena señal, son la clara demostración de la tan cacareada crisis" mala gestión" ...diría yo.
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