Más de un centenar de equinos pasaron por la veintena de hogueras, situadas sobre los adoquines sobre los que retumbaban los cascos de los caballos, en unas calles en pendiente de una localidad que se alumbró en la noche más festiva del año.

Cientos de espectadores acudieron al espectáculo, con mayor afluencia gracias a celebrarse en viernes, entre el calor de las hogueras y la muy fría de la invernal noche.

El ritual se repite, según la tradición desde el siglo XVIII, cuando las llamas servían de ritual purificador para los animales ante una epidemia.

También es un rito alimentar las hogueras con piornos y retamas, aderezadas con agua, para que estén en su punto al paso de los caballos.

Entre los jinetes y amazonas que a las 21 horas recibieron la bendición del párroco, desde la terraza de una vivienda, destacó un japonés, que era seguido por un equipo de televisión de su país. Tras los recorridos, calle arriba, de los animales, la fiesta terminó aprovechando los rescoldos para asar productos cárnicos, que con el vino ponen fin a la fiesta de las Luminarias en la noche anterior a San Antón..