"La correspondencia de Santa Teresa se vio ayudada y, a la vez, condicionada, por el sistema postal de su tiempo", cuando el correo se modernizó notablemente con la creación en la época de Felipe II de la estafeta y con ciertas reformas en la correspondencia con las Indias.

Ella "aprovechó generosamente todas las posibilidades de este correo oficial, y se esforzó por ganarse a los correos mayores de las localidades principales de sus fundaciones".

Pero el "sistema teresiano", los medios "más socorridos" fueron otros, como los privados, los carreteros, recueros, los mensajeros propios, los amigos y repartidores, que aseguraban la entrega de objetos y cartas, según Egido.

Los "propios" eran personas contratadas por el remitente, “muy caro, pero muy fiable”, y que llevaba incluso "cartas habladas" que permitían no dejar rastro por su “peligroso” contenido en unos tiempos "muy difíciles" para su reforma.

Esos mensajes hablados fueron quejas, soluciones, alabanzas al nuncio amigo e invectivas contra el nuncio enemigo.

"Puede afirmarse -ha explicado- que aquel sistema postal, inseguro y caro, fue, en buena medida, el responsable de tantas tardanzas, de la pérdida de muchas cartas que no han llegado hasta nosotros pero, también, al que se debe el que se pueda disponer de este tesoro teresiano".

'El sistema postal teresiano' ha sido una de las conferencias de la segunda jornada del V Congreso Internacional Teresiano, en la que Egido ha explicado que si bien se conservan sólo cerca de 500 epístolas, pudiera haber “5.000, 15.000 ó 25.000" misivas.

Junto a las misivas, ha contado que remitía desde artículos religiosos a camas para los conventos, junto a muchos regalos y alimentos, sobre todo pescados como besugos, truchas o atunes, que no iban en salazón sino envueltos en panes conservarlos.

Los alimentos los envío, sobre todo, entre Ávila y Toledo, ya que solicitaba "de todo" a su hermano Lorenzo de Cepeda, que vivía en Ávila, mientras ella le regalaba dulces.

El profesor de la Università Gregoriana di Roma (Italia), Silvano Giordano, ha ahondado en una parte de sus epístolas en la conferencia 'Calzados y Descalzos. Una relación difícil. Cartas al P. Juan Bautista Rubeo y al Rey Felipe II'.

En los años complejos en que los frailes descalzos fraguaron su identidad en relación con la orden, "llenos de contrastes y de malentendidos", la mística abulense declaró sus intenciones y proyectos al rey Felipe II, cuando trataba de sacar adelante su reforma, y al general Juan Bautista Rubeo, general de la Orden del Carmelo. "Comparando las cartas llegadas hasta nosotros, es posible apreciar las estrategias de comunicación empleadas por la fundadora.

Solo se conocen dos misivas destinadas al rey, con quien no tuvo nunca una relación directa sino “a través de varios frailes”, entre ellos el padre Jerónimo Gracián: "estas cartas se insertan en la problemática provocada por la escisión de la orden a raíz de la reforma teresiana".

Para Giordano, las relaciones “positivas o conflictivas” se ven en las epístolas, en el lenguaje empleado y en la narración de los hechos, que ella vivió “como una historia sagrada”, de tal forma que "el bien y lo que quería Dios era su reforma, y el mal, incluso calificándolo como diablo o Satán, eran los carmelitas calzados”.

Según el estudioso, a estos no las descalificó, pero sí utilizaba un "lenguaje críptico" o empleaba términos como "gente de Egipto" o "lobos".