Del Viernes, 05 de Septiembre de 2025 al Martes, 09 de Septiembre de 2025
Muere uno de los últimos molineros del río Adaja
A los 81 años, ha fallecido David San Segundo García, uno de los últimos molineros que todavía mantenía en funcionamiento, junto a su hermano Valeriano, el único molino activo del río Adaja.
Y hasta sus últimos días del pasado 6 de noviembre estuvo al pie del molino, y lo hacía por querencia a un oficio al que había dedicado su vida y que ya es parte de la historia de su pueblo, Zorita de los Molinos, y también de la nuestra, pues en la ribera de Zorita y Mingorría llegaron a contarse hasta una veintena los molinos que servían a casi un centenar de panaderías de este pueblo.
David y sus hermanos Valeriano, Tomás (q.e.p.d) y Manolo (q.e.p.d.) y otras seis hermanas más eran hijos de Felipe San Segundo y Trinidad García y ellos fueron la última generación de molineros que trabajó en el molino de Hernán Pérez.
Ellos fueron los continuadores de la tradición familiar que su abuelo Teodosio García (1882-1956) había iniciado en el siglo XIX.
Antes, el molino de cuatro muelas instalado en un edificio con cubierta a cuatro aguas de dos plantas, la segunda de adobe sobre elevada con posterioridad, había pertenecido a los dominicos del convento de Santo Tomás de Ávila.
En 1844 fue desamortizado y adjudicado a Rafal Rico por 136.000 reales, cuando la fanega de trigo costaba entonces treinta reales y medio.
Coincidiendo ahora con tal sentido momento, rescato unas notas tomadas en una de las numerosas visitas realizadas al viejo molino Hernán Pérez.
Eran las cuatro de la tarde de un día soleado, 4 de marzo de 1997, cuando llegamos al molino.
A la puerta se amontonan los sacos de grano molido y sobre ellos dormitaban tumbados los hermanos David, Valeriano y Tomás.
Era la hora de la siesta cuando interrumpimos su sueño.
Entrados en conversación, David habla de su preocupación por la caída del pelo y de haber oído que la orina de mujer frenaba la alopecia por lo estaba pensando en su aplicación.
Contaba entonces 65 años y se veía atractivo para las señoras, pues aunque soltero presumía de una novia con la que alternaba y gustaba bailar en los salones sociales y las fiestas de los pueblos.
La relación amorosa de David no duró mucho, pues la mujer, decía él, era un poco exigente y gastona.
Valeriano contaba entonces 60 años y seguía soltero y sin compromiso, se ocupaba de encender la cocina de lumbre baja y siempre ha ejercido de guía ante los visitantes, a quienes siempre ofrece vino que su hermano Manolo traía de las viñas de El Barraco.
Valeriano luce un reciente corte de pelo y nos cuenta su última excursión realizada con los jubilados de Mingorría a Plasencia.
Tomás, el más joven y soltero igual, acababa de preparar el huerto donde sembrarán todo tipo de verduras y hortalizas, al momento que los molineros esperan el florecer de avellanos y ciruelos que verdean rodeados de fresnos.
Tomás, aquejado de una gran cantidad de azúcar en el cuerpo que le causaría la muerte años después, conduce un camión mediano donde transporta el producto de la molienda en sustitución de las recuas de burros que lo hacían antaño.
Los tres hermanos mantienen casas en el molino que también es vivienda, en el pueblo de Zorita y en Ávila capital, cambiando de hogar según las circunstancias y las épocas del año.
Los tres vivían juntos como una familia de la que se ocupa David, el hermano mayor que también cocina, lava y plancha, y todos mantienen el molino en perfecto estado de funcionamiento, de cuya carpintería y maquinaria se ocupaban antaño los herreros y carreteros.
David dijo estar siempre colocando “zaleos” al tiempo que periódicamente cada mes pica las piedras graníticas de moler luego sustituidas por otras importadas de Francia.
Gatos y perros deambulan por todas partes, igual que las gallinas, un gallo y las palomas que revolotean sobre los muelos de grano antes de moler.
Y los cerdos de la próxima matanza completan el singular núcleo zoológico, para ello el molino cuenta con gallinero, palomar y pocilga.
Seguimos en la tarde del 4 de marzo de 1997, y David, puesto al día de la actualidad política, comenta el mitin que dio ayer el presidente Aznar en Ávila para celebrar el primer aniversario de su triunfo electoral.
Y la política resulta indiferente para el decadente oficio de molinero que vivió tiempos duros en la posguerra de los años cuarenta y cincuenta, una época de racionamiento y estraperlo.
Los molineros, dice David, ahora sólo esperan pasar una jubilación digna y conservar el fruto de su trabajo testimoniado en el caserón y la infraestructura hidráulica que dan sentido a vida.
Y como si creyera en milagros, David recuerda su reciente excursión al lugar de peregrinación marina conocido como Prado Nuevo, finca de El Escorial y donde en 1981 se produjeron supuestas apariciones de la virgen a Luz Amparo Cuevas.
En el interior del molino y junto a la entrada un poster de una mujer desnuda sacada de una revista alegra el decorado polvoriento de las viejas paredes y suelo encachado de antiguas piedras de moler desechadas por el desgaste de siglos.
Hasta aquí llegan numerosos vecinos y lugareños en busca de grano y pienso para cerdos, gallinas, vacas y otras caballerías de pequeñas cabañas que cuidan en sus casas, a la vez que se aprovisionan de huevos frescos mientras charlan amistosamente.
Y en la vista nunca faltaba una demostración del trabajo de molinería.
Para ello, el molinero abría el saetín de la cacera por donde pasaba el agua embalsada, el cual hacía girar la rueda hidráulica o rodezno cuyo movimiento se transmite al eje que hace funcionar las ruedas de piedra que trituran el grano que llega desde la tolva donde es depositado mediante el vaciado de pesados sacos cargados a hombros.
No todas las piedras funcionan en la actualidad, pues ya no se muele trigo candeal y en cambio se muele maíz.
Hecha la demostración, Valeriano enseña un motor marca Deutz de 20 caballos de gasoil y con solo cilindro horizontal que sustituyó a una vieja máquina de vapor que funcionaba con carbón o leña, sistema utilizado cuando escaseaba el agua en los meses de verano para mover dos piedras, dejando las dos restantes para el poco agua que se recogía en la presa.
Ahora, con la muerte de David perdemos algo del alma del oficio de molinero y de una tradición secular.
Y además, lamentamos el vacío que se crea en el entorno natural de la ribera del Adaja donde las puertas del molino Hernán Pérez siempre estaban abiertas al visitante deseoso de conocer el ingenio medieval creado y mantenido por la sabiduría popular.
Ya jubilado, David se acercaba diariamente hasta el molino con su hermano Valeriano, donde se sentían cicerones de su propia vida.
Y ello a pesar de que en los últimos años el molino había sufrido tres robos en los que se han sustraído la báscula de pesaje, la rueda de afilar, y otros objetos y herramientas.
Los ladrones armados con butrones y palancas forzaron las puertas y se llevaron todo lo que puede transportarse fácilmente, a la vez que causaron importantes destrozos.
A pesar de todo, el edificio se mantiene todavía en un estado relativamente aceptable y se conservan las tolvas y ruedas de molino con guardapolvos, así como la admirable obra de ingeniería que conforman la presa, el canal o caz, el socaz y el movimiento giratorio de ruedas y rodeznos que hacen posible la transformación del grano en harina en una incipiente actividad industrial que se ha mantenido inalterable durante siglos.
Últimamente, el molino de Hernán Pérez se había convertido, en un interesante y atractivo turístico de la zona.
Tanto que la Diputación de Ávila intentó su rehabilitación, aunque sin conseguirlo por falta de acuerdo con los propietarios.
Hasta él llegan los viajeros y curiosos que se alojaban en las numerosas casas rurales de los pueblos del entorno.
Y también acuden los participantes en cursos y jornadas socioculturales organizadas por diversas instituciones y ayuntamientos de la provincia, y también grupos de amigos, familiares y escolares.
Uno mismo ha acompañado hasta aquí a los alumnos del curso ‘Cómo acercar nuestro patrimonio cultural a los niños y niñas de primaria’ organizado por el Centro de Formación del Profesorado e Innovación Educativa de Ávila, y de los talleres de cultura popular de Caja Ávila.
Y también lo ha hecho con los miembros de la Asociación de Amigos del Museo de Ávila y con diversos grupos de vecinos y otros particulares, haciendo partícipes igualmente de la visita a los alumnos de los cursos de Turismo Rural de la Universidad de Salamanca.
Al mismo tiempo, en torno a los molinos del Adaja hemos realizado exposiciones e impartido conferencias en el centro de San Juan de la Cruz de Caja Ávila, en los salones del convento de Santo Tomás en talleres de Cruz Roja, en los museos de Ávila y Mingorría, y en jornadas socioculturales de los pueblos de El Oso y Narros del Castillo, por ejemplo.
Y sobre los molinos hemos escrito artículos, libros y textos divulgativos de su riqueza etnográfica, destacando siempre el ejemplo del molino Hernán Pérez que atendían los hermanos San Segundo como excelente muestra de todo ello.
Con todo, la memoria de David siempre seguirá viva, y más aún sabiendo que Valeriano, su hermano y también molinero, todavía continúa activo guiando a los curiosos visitantes y construyendo la pequeña historia de esta tierra.
Cardo máximo | Jueves, 05 de Diciembre de 2013 a las 03:05:58 horas
Que tres hermanos¡ Daba gusto acercarse por el molino, y entablar conversación y, aunque ellos te dejaban pescar, lo mejor era no perder el tiempo pescando y si ganarlo escuchando sus aventuras sus dimes e incluso sus quejas. Descanse en paz el buen David..
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